Tierra de palabras

Más al fondo

Identificarnos con los pensamientos es nuestra perdición. Y es en esto en lo que ando trabajando

Me ocupo todos los días cuando me levanto por seguir vaciándome de todo y dejar que la mente descanse en paz de tanto ruido; pensamientos que llegan y se van una y otra vez como un oleaje interminable que rompe y regresa al origen que desconozco dónde se encuentra.

Los especialistas en estas lides estiman que nuestra mente tiene sesenta mil pensamientos cada día; qué vértigo me da la cifra… me pregunto cuántos de ellos realmente me pertenecen y cuántos sin yo poner atención me dominan. Y aseguran que el problema de esto no radica en la enormidad del número, sino en que hoy tendremos esencialmente los mismos sesenta mil pensamientos que tuvimos ayer y anteayer. Eso que podríamos amablemente llamar diálogo interior.

Existe todavía consuelo cuando se leen palabras sabias que nos dicen: "Deja de hablar, deja de pensar, y no habrá nada que no puedas entender. Regresa a la raíz y hallarás significado. Mira al interior y en un destello conquistarás lo aparente y la nada".

Identificarnos con los pensamientos es nuestra perdición. Y es en esto en lo que ando trabajando, queriendo entrar más al fondo de mi propio lago, aunque para ello primero debo conocer la superficie porque es allí donde se encuentra toda la agitación de la que formo parte. Es allí donde la multitud de pensamientos se entrecruzan: la lista de la compra, el arreglo del coche, la cita del médico, la compra del libro, la clase del jueves, los niños que llegan, el color de la pintura, la jardinería, la pastilla del perro, lo que tienes miedo a decir y te callas, el próximo tema del artículo, el viaje de tu hija… la realidad de mi vida mental cada jornada. Y no quiero que solo sea esta la manera que tengo de utilizar la mente porque sé que debajo de esta superficie hay mucho más. Si empiezo a prestar atención a lo que me digo comienzo a tener un mayor control sobre el proceso, aunque me encuentre todavía lejos del silencio. Comienzo a ser la espectadora de mi propia película, y al haber conseguido esa gradación, puedo imponerme y exigirme de vez en cuando silencio. El silencio no consiste en estar callada, es el estado al que llego sin deseo ni necesidad. Conseguir hacer un cortafuego entre pensamiento y pensamiento en ese inmenso y frondoso paisaje interior.

Lo asombroso que descubres rodeado de inclemencias externas es que puedes lograr lo que antes creías imposible.

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