Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

El final del verano

Eeste año, la pandemia nos robó la primavera y nos ha hurtado el verano. No hemos tenido Operación Salida ni Retorno. Ni ferias, ni verbenas, ni procesiones con la Virgen del Carmen, ni serpientes de verano. Al menos, Messi ha animado los últimos días con su tocata y fuga del Barcelona. Pero sería capaz de afirmar que ni nos han dado la tabarra con el calentamiento global. Tampoco con lo de que es el verano más caluroso desde ni se sabe. Aunque siempre, haces memoria y sólo recuerdas estíos calurosos. Ni siquiera he visto la tradicional foto de un termómetro a 50º en Córdoba o Sevilla. Por no tener, ni ha tenido canción del verano. Y ya es triste echar de menos tamaño engendro. Algo habría que agradecer a la pandemia aunque sea tan magro el consuelo.

Este pandémico verano hemos vuelto a la España del Cuéntame. Al domingo playero, el viaje de tres días y la vuelta a los orígenes. O sea, al pueblo. Y a contestar como hacía el abuelo de un amigo mío cuando le preguntaban adónde iba de veraneo: "Al norte, como siempre". La gente, que tiende a ser crédula, pensaba que pasaba dos meses en Santander o San Sebastián, pero realmente se iba a la Puebla de don Fadrique. Aunque no mentía, el buen señor vivía en Málaga y su pueblo está claramente al norte de la calle Larios. Así que tampoco vamos a sufrir el relato apasionado de los viajes de algunos de nuestros familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo que oscilan entre las aristocráticas vivencias del Conde de Bristol y las peligrosas y aventuradas de Indiana Jones, aunque ninguno haya ido nunca más allá de aquí mismo a la vuelta.

Nadie padece el síndrome postvacacional que tanto decían que nos atormentaba al volver al trabajo y atenazaba a los pobres niños que habían de recuperar la disciplina escolar. Se ve que la bofetada de realidad que nos está dando la pandemia nos ha quitado todas las tonterías de golpe. Lamentablemente, el miedo que se extiende este año es el de la ruina económica que se vislumbra. El pánico ante la pérdida de puestos de trabajo, la caída de la actividad y la lenta recuperación de la economía tras el estado de alarma y el confinamiento. La incertidumbre ante los contagios tras la tregua veraniega que no fue y la imprevisión en la vuelta al colegio. Y todo ello, mientras el Gobierno estaba tan ricamente de vacaciones y algunos ministros, si hacemos caso a sus redes sociales, en paradero desconocido.

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