La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

El fin de la pandemia

"Nos acabaremos infectando todos". Hace un año hubiera sido un titular trágico; hoy, una puerta a la esperanza

Mientras escribo este artículo me llega un mensaje del Profesional de la Información, una de las publicaciones científicas top en España, con un anuncio insólito para los nostálgicos del papel. ¡Para mí! La revista ha encargado la fabricación de un perfume con olor a papel y a tinta fresca de imprenta: Paperlink. Para evocar el olor cuando navegamos por las pantallas del móvil, el ordenador, la tablet, el Kindle… ¿Cómo no se nos ha ocurrido a los dinosaurios de la prensa? Olor a tostada, café y tinta fresca de periódico… ¡Ya veo la promoción!

Pero en el mundo de las fake, hace tiempo que los periódicos (serios) dejamos de divertirnos (de divertir) el Día de los Inocentes. ¿Trasnochadas tradiciones? Triste Navidad. Hemos salvado (mal) la Nochebuena, las restricciones ya planean sobre la última noche del año y todavía está en el aire cómo terminaremos celebrando la Cabalgata de Reyes.

Las cifras de la pandemia, con los contagios desbocados con la variante ómicron, no dejan espacio a las bromas. O sí. Porque, frente a las obligadas alertas de las autoridades sanitarias para seguir extremando las precauciones, se empieza a abrir un pequeño agujero a la esperanza, la de los virólogos que se desmarcan del clima de frustración que ha traído la campaña de vacunación (¿y ahora qué?) y lanzan un mensaje de optimismo.

"La tasa de infecciones es brutal, pero la gran mayoría con cuadros muy, muy leves. En Sudáfrica está bajando la incidencia igual de rápido que subió. Esto se acaba". ¿De verdad se acaba? Este mensaje no es ninguna inocentada. Lo tuiteó el doctor Zulueta, del Monte Sinaí, y no es el único. Otros neumólogos apuntan a que podríamos estar viviendo en directo, a cámara lenta, la evolución natural de un virus: de la ferocidad del inicio a transmitirse mucho y matar poco.

Pienso en la gripe de 1918 que estudiamos en los libros de historia: no se hizo endémica, terminó. Pienso en los resfriados con que convivimos cada invierno sin que llevemos la cuenta de cuántos enferman y cuántos acaban en el hospital. Pienso en los renegacionistas de las vacunas (¿ahora resulta que la inmunidad de rebaño no sirve?) porque se nos olvida que no son esterilizantes (no nos blindan) pero sí evitan ingresos y muertes.

"Nos acabaremos infectando todos". Hace un año este titular hubiera pasado por una inocentada de mal gusto; hoy puede ser el principio del fin. Aunque sea sin un Día D que recordar.

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