Al filo de lo imposible

Puestos a sublimar los valores comarcales,mejor pensar en la comarca que mirarse el ombligo

El Campo de Gibraltar (CdG) es una comarca cohesionada y bien definida, pero España no es una nación cuarteada en comarcas sino en provincias y, a mayor escala, en regiones. Así estamos desde la última reforma del mapa físico del Estado, la de 1833, diseñada por Javier de Burgos, un ilustrado y versátil motrileño, supuestamente liberal y afrancesado, que vivió entre 1778 y 1848, y dirigió el periódico El Imparcial en 1822. Anduvo Burgos por los entresijos y aledaños del poder desde su juventud hasta que en 1833 fue nombrado por el presidente Cea Bermúdez, que era malagueño, secretario de Estado y del Fomento General del Reino con el encargo de poner orden en el caos administrativo que sufría la España de su tiempo. Debió de hacerlo a gusto del mando porque enseguida que se publicó el nuevo mapa político fue nombrado ministro de Hacienda. Algunas pequeñas modificaciones en los límites provinciales y en los nombres de algunas provincias no han alterado sustancialmente nada desde entonces, salvo una pequeña modificación: las 49 provincias primitivas pasaron a ser 50 en 1927 cuando las Islas Canarias que eran una, se convirtieron en dos.

En España, según la Constitución, las circunscripciones electorales son las provincias. Por ello, las candidaturas comarcales tienen muy difícil la presencia en los foros, ya que han de alcanzar en la comarca el mínimo necesario, con referencia a la provincia, para obtener representación. Ateniéndonos, a modo de ejemplo, a los resultados de las últimas elecciones, las del 10 de noviembre de 2019, nos viene muy bien como referencia Ciudadanos, que para tener un diputado nacional necesitó 55.262 votos, un 9% de los emitidos en la provincia. Dado que en el CdG se emitieron cerca del 20% de los votos depositados en toda la provincia, prácticamente, la mitad de los emitidos en la comarca tendrían que haber sido favorables a Ciudadanos, si hubiera sido una apuesta comarcal, para obtener ese único diputado que consiguió lograr. Que un partido comarcal obtenga un 50% de votos en la provincia, raya en lo imposible. Así pues más valdría que los militantes de los partidos y, por extensión, los paisanos exigieran a sus votados más compromiso con la tierra que los sostiene. Puestos a sublimar los valores comarcales y a reducir el victimismo y el adanismo, sería más práctico que esos votados pensaran en la comarca, en lugar de mirarse el ombligo y en quitarle la caspa al líder.

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