Son como niños

Hablar de 'fair play' en el fútbol profesional es como pedirle compasión al lobo ante un rebaño de cordero

Que el mundo está lleno de simples y de memos es una conclusión a la que uno llega con la edad. Más de uno ni siquiera se da cuenta de ello. De niño y de joven se tiene la tendencia a sobrevalorar a los demás, sobre todo a los mayores, imaginándolos como personas sabias y equilibradas. El tiempo se encarga de poner a cada uno en su sitio y nos hace cierto aquello de que las canas son signos de edad, pero no de sabiduría.

Viendo las imágenes del Mundial es posible hacer todo un estudio psicológico y sociológico del personal dentro y fuera del campo. Que un niño o un adolescente se pongan a llorar porque pierda su equipo, se vistan de manera carnavalesca o se dediquen a hacer el ganso antes, durante y después del partido, tiene un pase; pero que eso le ocurra a tíos como castillos y con más años que Matusalén es digno de estudio. Si se mira como una catarsis colectiva, como una liberación de las tensiones interiores puede ser aceptable, pero creo que son muchos los que se lo toman en serio y sufren por su equipo lo que no sufrieron con la muerte de su madre. Les aconsejaría leer, aunque solo sean los primeros párrafos, El extranjero de Albert Camus.

Dentro del campo no se ve mucha más cordura. Es normal que los señores técnicos expresen sus sentimientos y frustraciones, sobre todo con ánimo de influir en sus jugadores, el árbitro y aficionados en general. Es una puesta en escena en la que algunos demuestran su mediocridad como comediantes y como profesionales. Y en este mundo lleno de teatro todo el mundo actúa por contagio y muchos sobreactúan por convicción. Hablar de fair play en el mundo del fútbol profesional es como pedirle compasión al lobo ante un rebaño de corderos. Ni siquiera en niveles de aficionados y escalafones inferiores es fácil de encontrar. Dentro de la formación del jugador entran la agresividad y la cuquería. Quien no es así es calificado de inexperto y blandengue.

En esta civilización que Vargas Llosa ha llamado del espectáculo no tiene cabida la cordura. Es un mundo en el que impera lo primario, el sentimiento a flor de piel, la liberación de frustraciones. Dicen que los partidos de fútbol internacionales son la expresión de las antiguas confrontaciones entre naciones. En eso hemos mejorado. Hay sus diferencias. Yo, he de reconocerlo, quiero que gane siempre mi equipo, aunque sea de penalti injusto o de gol en fuera de juego.

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