D E las muchas derivadas de análisis que abren los espectaculares resultados de las elecciones del domingo, una de las más significativas es la que hace referencia a la personalidad del reelegido presidente de la Junta de Andalucía y la influencia que este factor ha tenido en el apabullante triunfo que se ha anotado el Partido Popular. Juanma Moreno, un político prácticamente amortizado cuando se presentó a las elecciones de 2018, ha sabido construir en estos casi cuatro años un liderazgo sólido, capaz de suscitar la adhesión no sólo de los votantes que tradicionalmente han apoyado al PP, sino también de una parte de la ciudadanía que hasta ahora se había decantado por otras opciones. La absorción total de Ciudadanos y los malos resultados de Vox, que no ha cubierto sus expectativas, lo demuestran. Moreno, en la primera legislatura sin Gobierno socialista en Andalucía, ha sabido consolidar una alternativa basada en la moderación, la centralidad y la transversalidad, alejada de clichés ideológicos y cercana a los problemas de la gente. Estas características, nada fáciles en un periodo como el actual proclive a la crispación, se pusieron de relieve en una situación tan complicada de gestionar como fue la etapa más dura de la pandemia. Juanma Moreno se ha conducido sin desmontar ni uno solo de los mecanismos del Estado de bienestar del que habían hecho bandera los socialistas e incluso ha fomentado aspectos de la sanidad pública que estaban en regresión por las políticas de recorte que tuvo que aplicar el PSOE en su último mandato. La alta valoración que registraba Moreno en todas las encuestas, por encima en muchos casos del 6, daba a entender que el presidente era un activo electoral que sumaba al de las siglas de su partido y así ha sido. Los resultados del 19-J convierten al dirigente andaluz en el barón territorial más poderoso del PP y en una voz con la que Alberto Núñez Feijóo tendrá que contar necesariamente para fijar sus estrategias nacionales.