Lo evidente

Vivimos tan intoxicados por la ideología que no somos capaces de reconocer lo evidente

Se han dicho tantas cosas sobre el asesinato de Laura Luelmo que quizá lo mejor sería guardar silencio. Pero hay cosas que llaman mucho la atención. ¿Es posible que se eduque a los monstruos? La mente humana es un misterio, y a la vez que somos capaces de imaginar cómo funciona la energía o la antimateria, todavía no somos capaces de entender cómo funciona un cerebro humano. De hecho, los neurólogos saben muy poco sobre el funcionamiento del cerebro. Y nadie ha sabido explicar aún cómo se forma un psicópata o cómo se producen las reacciones cognitivas y emotivas que empujan a un varón a agredir sexualmente y a matar a una mujer.

En la Rusia soviética existió un ser humano llamado Andréi Chikatilo. Comunista ejemplar, buen padre de familia, profesor eficiente, tenía la mala costumbre de espiar a las alumnas en las duchas y someterlas a tocamientos. A veces la mano se le iba también detrás de los chicos. Un buen día, a finales de los años 70, Chikatilo empezó a matar niñas. Luego continuó con niños, adolescentes, prostitutas que encontraba de noche en las estaciones de tren y en las cantinas de las terminales o mujeres solitarias que deambulaban por las estaciones. Varias veces estuvieron a punto de detenerlo, pero al final pesaba más su fama de comunista ejemplar y de buen padre de familia. Cuando al final las evidencias fueron tan aplastantes que Chikatilo acabó detenido, se pudo probar que había matado a 54 personas. Otros muchos crímenes quedaron sin investigar. Conviene recordar que en la Rusia soviética existía la pena de muerte. De hecho, Chikatilo fue ejecutado de un tiro en la nuca en 1994. ¿Sirvió de algo que existiera la pena de muerte para hacerle desistir de sus crímenes? ¿Sirvió de algo que viviera en un Estado policial?

Vivimos tan intoxicados por la ideología -o más bien por el griterío histérico convertido en simulacro de ideología-que no somos capaces de reconocer lo evidente. A Laura Luelmo no la mató el heteropatriarcado, sino un sujeto peligroso que ya había cometido otros crímenes y al que sus vecinos temían. Y por mucho que vivamos en un estado policial o instauremos la pena de muerte, seguirá habiendo asesinos como Chikatilo. Así que en vez de soltar consignas ideológicas, más nos valdría intentar averiguar qué cosas hacen que un ser humano se convierta en un asesino.

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