La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La estupidez de la "posverdad"

La palabreja es una muestra de la misma estupidez que pretende designar: define algo que existe desde hace siglos

El Diccionario Oxford declara palabra del año el neologismo posverdad y lo incorpora. Los muros de la venerable institución no pueden resistir el asalto de la gilipollez global. Porque resulta que según la definición oxoniense, posverdad "denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal". La palabreja, puesta en circulación en 2004 por la obra de Ralph Keyes La era de la posverdad: deshonestidad y decepción en la vida contemporánea, es una muestra de la misma estupidez y credulidad que pretende designar en la medida en que define algo que existe desde hace siglos, desde la antigua Roma (Juvenal: "Este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, legiones, en fin, todo, ahora deja hacer y solo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo") hasta quienes vieron en Mussolini, Stalin o Hitler -contra todo hecho objetivo, sucumbiendo a la emoción y la creencia personal- salvadores de sus pueblos y hasta de la humanidad (lo que no incluía a sus enemigos, claro, que en los tres casos fueron despachados como enemigos de esa humanidad necesitada de salvación).

Conforme los medios han sido más sofisticados la eficacia ha sido mayor. ¿Por qué creen que la prensa se llamó Cuarto Poder, que W. R. Hearst (cuyo lema era "I Make News": "Yo hago noticias") le dijo a uno de sus dibujantes durante la crisis del 98 en Cuba aquello de "usted ponga las ilustraciones, que yo pondré la guerra", que Lenin dijo "de todas las artes, para nosotros el cine es la más importante" o que Goebbels puso en 1933 en el mercado millones de Volksempfänger (receptor del pueblo), baratos aparatos de radio que solo podían captar las emisoras alemanas?

Internet ha supuesto un enorme salto adelante en estas estrategias de propaganda y desinformación que ahora, sin dejar de ser verticales, son también horizontales. Pero ni esto, ni el preocupante dato de que el 70% de los internautas tengan dificultades para distinguir entre una noticia verdadera y una falsa, es del todo nuevo ni exige una nueva palabra: ¿distinguían acaso los comunistas occidentales mejor informados y más cultos lo verdadero de lo falso cuando Neruda ("Stalin es el mediodía, la madurez del hombre y de los pueblos") o Alberti ("Padre y maestro y camarada") hacían cantos a Stalin en los años 50?

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