Hay esperanza

La esperanza reside en la seguridad de que algo tiene sentido independientemente de cuál sea su resultado

Aveces nos invade el cansancio y creemos que la vida se ha detenido, todo se repite y entramos en un bucle. Pero no es así, los segundos nunca dejan de producir minutos y éstos horas. Nos quejamos de todo, creemos que no nos ocurre nada y, sin embargo, somos una generación a la que le ha tocado vivir el paso de una dictadura a una democracia; nos hemos integrado en Europa; hemos participado activamente en la revolución de internet; luego una pandemia universal que nos ha encerrado y atemorizado; ahora una guerra cuyo desenlace es incierto, pero cuyas consecuencias han cambiado el mundo en unas semanas ya para siempre. Jamás han sucedido tantas cosas en tan poco tiempo. Hace un mes no sabíamos que existía una ciudad llamada Mariupol y ejercíamos de expertos en el tratamiento ante el Covid; Francia vendía armas a Putin y Alemania le compraba gas; Maduro era el diablo para los EEUU y ahora el petróleo les ha unido; Marruecos y España andaban a a la gresca y ahora la embajadora magrebí ha vuelto a Madrid a costa de sacrificar nuestra tradicional amistad con el pueblo saharaui. ¿Y de Cataluña, qué pasó? Pues que Barcelona sigue donde estaba.

En otras ocasiones creemos que el tiempo transcurre con excesiva rapidez y últimamente son tantas las cosas que nos ocurren, que estamos exhaustos recordando un pasado en el que fuimos felices sin ser conscientes de ello, porque creíamos que nos aburríamos. Ahora añoramos aquellos días, su lentitud, el tedio, porque no nos pasaba nada, pero tampoco nada malo. Los humanos siempre queremos tener aquello que nos falta. Deseamos que el mundo se agite cuando el mar está en calma y añoramos la falta de viento en las velas cuando llegan las tormentas. Resultado: siempre insatisfechos. Y así es difícil mantener viva la esperanza. Porque muchos confunden a ésta con el optimismo. Optimistas son quienes están convencidos de que todo saldrá bien, mientras que la esperanza reside en la seguridad de que lo que hacemos tiene sentido independientemente de cuál sea su resultado. Respecto a la guerra, el optimista cree en la victoria frente al enemigo; los esperanzados sueñan con que al final el mundo será mejor para todos. Ahora cunde el desánimo, pero hay motivos para la esperanza. Piénselo. Si usted está leyendo ésto, usted está vivo. ¿No es ese el mejor de los motivos para sonreír, creer y soñar? Mientras las bombas intentan alcanzar un final sin esperanza, mantengamos viva la esperanza sin fin, porque sí, es cierto, nuestro mundo tiene grietas, pero como cantó Leonard Cohen, " por ellas entra la luz".

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