Aunque fui a la escuela en plena época franquista, nunca tuve la sensación de haber estado sometido a ningún tipo de adoctrinamiento ideológico. Cierto es que nos impartían una hora a la semana de Formación del Espíritu Nacional (FEN) y dos de Religión, asignaturas que, aunque consideradas "marías", eran obligatorias y se contabilizaban sus notas. Sin embargo, al menos en mi caso, no ejercieron influencia alguna en la conformación futura de mi pensamiento ético o político. De la FEN solo recuerdo que: "España es una unidad de destino en lo universal" (un curioso mantra que aspiraba a convencernos de que España era la nación elegida para liderar el mundo) y que: "desde la antigüedad el hombre ibérico tiene el cuerpo predispuesto a la abstinencia y el trabajo, lo que hace de él un ser resistente a la fatiga física y a la incitación a los placeres de la vida" (el españolito de a pie definido como un claro precursor de los superhéroes que ahora vemos en el cine). En cuanto a la Religión debo decir que, a pesar de mi condición de ateo, agradezco el haberla estudiado para, por ejemplo, poder admirar los frescos de la Capilla Sixtina sin que nadie tenga que explicarme el significado de las escenas que pintó Miguel Ángel. El resto de asignaturas ya fuesen científicas o humanísticas nos las impartían unos tan excelentes como exigentes profesores y a lo largo del periplo estudiantil teníamos filtros periódicos para testar nuestro nivel de conocimientos: examen de ingreso, reválida de 4º, reválida de 6º y COU. En mis tiempos, aquel "opresor estado" proporcionaba, incluso a los pobres, una sólida enseñanza y una suficiente formación como para llegar a convertirles en adultos capaces de pensar por sí mismos. Hoy en día, valores que antaño eran el santo y seña de la educación como el esfuerzo y el mérito son considerados discriminatorios y, en consecuencia, la escuela está más cerca de desempeñarse como guardería que de emular a aquella Academia de Platón que buscaba la excelencia en el saber. En este estado de cosas asistimos a un guirigay nacional sobre el adoctrinamiento en la enseñanza focalizado en especial en la cuestión sexual. ¿Deben recibir charlas los niños acerca de la sexualidad y las heterogéneas modalidades de ejercerla? Al contrario que las matemáticas o la ortografía (de las que no hay ni rastro en el código genético), el instinto de reproducción (garante de la supervivencia de la especie) está grabado hasta en la última célula del más negado de los alumnos. Es por eso que parece más razonable que la escuela se dedique antes a los polinomios y el análisis sintáctico que a adiestrar a los niños en toda clase de filias (y parafilias) sexuales. ¡Lástima que el gobierno no tenga ese mismo empeño para que, p.ej., todos los niños españoles aprendan nuestro idioma común: el castellano!

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