Aunque el calificativo de culto suele asociarse a aquellas películas que, aun apartándose de los estándares del cine comercial, concitan el beneplácito de los cinéfilos como podrían ser Metrópolis de Lang, Ordet de Dreyer o Los siete samuráis de Kurosawa (films de contrastada calidad que muchos esnobs tiene en sus listas de favoritos pero muy pocos han visto). Tal denominación parece de lo más apropiada para aplicársela al recién fallecido escritor Rafael Sánchez Ferlosio, un autor de tanta excelencia como escasa lectura. Basta un somero vistazo a los muchos obituarios aparecidos en la prensa (no en vano Ferlosio recibió el Premio Cervantes en 2004 y el Nacional de las Letras Españolas en 2009) para detectar quienes le han leído (y, por tanto, le reverencian) y aquellos otros que han recurrido a la Wikipedia para componer una aséptica necrológica. Estos últimos se explayan en Alfanhuí y Jarama, dos obras -sobre todo la segunda- de las que el mismo autor renegaba; en cambio los primeros se ocupan sobre todo de sus ensayos enfatizando el maravilloso empleo que Ferlosio hacía del lenguaje como instrumento: disfrutaba manejándolo con virtuosismo y, tras exigir del lector una incondicional atención para seguir sus laberínticos razonamientos y un bagaje cultural de cierta envergadura para apreciar sus muchas referencias eruditas, le premia con el inmenso goce que genera la lectura de su prosa. Según cuenta Ferlosio en La forja de un plumífero, tras sus dos exitosas incursiones en la novela, "agarré la Teoría del lenguaje de Karl Bühler y me sumergí en la gramática y la anfetamina". De ese singular retiro surgieron deslumbrantes artilugios lingüísticos con frases de largo aliento llenas de subordinadas. Las oraciones se concatenan en estructuras hipotácticas raramente interrumpidas por pausas, obligando a un sobreesfuerzo del lector para comprenderlas en toda su extensión. Atribuía el enorme desarrollo de la hipotaxis en el castellano al lenguaje administrativo de LasYndias al que representaba como: "un gran galeón, con todo su aparejo múltiplemente combinable de mástiles, botavaras, botalones, jarcias, rizos, poleas, gavias, foques, cangrejas… todo un complicado organismo sinérgicamente articulado, tan distinto de las barquitas de una sola vela latina que puntean, por no decir pespuntean, el manso y soleado MareNostrum a semejanza de las breves frasecitas paratácticas de la prosa de Azorín, mientras los galeones de la gran prosa barroca se enfrentaban con todas las galernas del MareTenebrosum". Sirva este 'hipotáctico' ejemplo para ilustrar porqué Ferlosio pasa tan desapercibido en la iletrada sociedad española. Tanto que, en cierta reputada librería, su última recopilación de ensayos: Altosestudioseclesiásticos…¡aparece ubicada en la sección de Teología!

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