Emily Rosa, de 11 años, residía en Colorado. Una tarde, mientras hacia sus deberes en casa, vio en la televisión un documental de la Dra. Dolores Kreiger, profesora jubilada de la Universidad de Nueva York y la más conocida divulgadora del reiki, una técnica que diagnostica y trata enfermedades aprovechando que "el cuerpo humano emite una energía magnética que provoca un halo energético a su alrededor que se puede sentir pasando las manos a unos centímetros de la piel". En el documental, la doctora afirmaba que "sentía" el campo magnético corporal como "tibio y gelatinoso y con textura de tafetán". La estudiante aprovechó la feria anual de ciencias de su colegio para plantear un experimento al objeto de comprobar las afirmaciones de Kreiger. Colocó en el centro de una mesa un tablero de cartón, con dos orificios que permitían introducir las manos pero impedía que se viesen las dos personas que se sentaban a ambos extremos. En uno de ellos estaba la propia Emily Rosa y en el otro cada uno de los 21 voluntarios expertos en reiki que se avinieron a efectuar el experimento. Cuando el voluntario pasa las manos por los orificios, Emily hace un sorteo y, según el resultado, coloca una de sus manos a unos centímetros de la mano izquierda o derecha del voluntario, que a su vez debe decidir en función de su supuesta capacidad detectora del campo magnético sobre cuál de sus manos ha colocado Emily la suya. Los 'expertos' acertaron 123 de los 280 pasos de manos que hicieron (el 44% de aciertos, es decir, muy cerca del 50% que sería el resultado equivalente a una elección hecha al azar). La prestigiosa revista de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA) publicó un artículo de seis páginas que describía el experimento, convirtiendo así a Emily Rosa en la autora más joven en publicar en una revista científica. ¿Qué hace diferente a esta joven estudiante de la infinidad de personas que creen a pies juntillas las conjeturas pseudocientíficas de personajes como la Dra. Kreiger acerca de lo que (dado la familiaridad con que ella y sus seguidores se manejan con los flujos energéticos) podría denominarse "la energía y sus circunstancias"? La respuesta es simple: el escepticismo. Emily resulta ser una incrédula, esto es, desconfía respecto a hechos o afirmaciones que sospecha que no están apoyadas en la evidencia y, en consecuencia, acude al método científico y experimental para contrastar los supuestos beneficios de la "imposición de manos". Por suerte para los pseudocientíficos, hay muy pocas Emilys que les desenmascaren con sencillas pruebas de verificación. En la cultura popular, la fe y su amiga la ignorancia suelen tener mucho más crédito que la ciencia y el conocimiento. Al fin y al cabo, la verdad es cruda y el engaño… consolador.

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