La epidemia de ofenditis

Haga usted la prueba de pasar cerca de una persona, a primera hora de la mañana y darle los buenos días

Existe un proverbio chino que traducido resulta: "Si no sabes sonreír, no pongas nunca una tienda". Parece lógico pensar que si quieres que el público te compre algo, la cosa será más fácil si lo tratas con amabilidad. Pues ahora, cómo estará el asunto de la tensión social que hasta a los chinos de los bazares, se le está poniendo la cara avinagrada. Si alguien te sonríe por la calle, piensas que algo quiere de ti y nada bueno. Haga usted la prueba de pasar cerca de una persona, a primera hora de la mañana y darle en voz alta los buenos días. Fíjese en el respingo que pega. El agrado y la buena educación que tradicionalmente han sido los lubricantes de la convivencia, han quedado tan atrás que parecen proceder de Atapuerca. Una espesa niebla de "siesura", se ha asentado sobre nuestra sociedad, alejándonos a unos de otros. Andan ahora los ayuntamientos muy preocupados por la peligrosidad de los patinetes que proliferan por nuestras ciudades. A servidor, le parecen infinitamente más peligrosos los cascos y los auriculares que se calza el personal, por las calles que le impiden el contacto mutuo. Nunca la humanidad ha tenido a su disposición tantos medios y canales de comunicación y sin embargo, nunca han estado las personas tan aisladas.

Si en tiempos de penuria económica, la gente resiste y curte su piel como la de un galápago, estos deben ser de leche y miel a juzgar por la finura de la epidermis, al uso. Observen cómo se ofende el personal, cuando sufre un simple retraso en la consulta de un Centro de Salud. Sin pensar siquiera que el retraso se pueda deber a la atención de una verdadera urgencia, alzan la voz justiciera, amenazando con denuncias y calentando la sala de espera. Estos jacobinos airados están también, en los grupos de Watsapp de padres, que echan chispas cuando el profesor pone deberes que les parecen excesivos. Sin embargo, estos especímenes no suelen ponerse tan flamencos en una Delegación de Hacienda, por ejemplo, o en una Comisaría de Policía. Muchos derechos y pocos deberes, pueden tener la culpa. La plaga es tan peligrosa, como el alga invasora de nuestras playas. No nos estamos dando cuenta que entre todos, estamos sepultando una de las virtudes más hermosa que posee el ser humano: la buena fe. Ahora que lo pienso, debo estar contagiándome de ofendiditis. Cuando un camarero, me llama tres veces seguida "caballero", nunca vuelvo a ese bar.

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