El encierro low cost

Algunos eventos son seguidos con entusiasmo por tirios y troyanos y otros dividen por el maltrato animal

Si algo hay diverso en nuestro país, es el catálogo de fiestas veraniegas populares. Demos juntos un repaso somero y encontraremos desde las inocentes carreras de cintas o cucañas, a las diversiones con animales en un extenso arco que va desde las vaquillas en la plaza, los encierros clásicos o los bous al carrer, a los pavos lanzados, sin paracaídas, desde el campanario. En otros lugares huertanos, se aprovechan los excedentes, para organizar una tomatina contundente que tiña de rojo el paisaje. A otros les da por la afición al fuego y los cohetes, convirtiendo las ciudades en un remedo incruento, de la guerra de Siria. Algunos eventos, son seguidos con entusiasmo por tirios y troyanos y sin embargo, otros dividen por el posible maltrato animal. Todo vale, para echar unos días que nos alejen de la rutina, con el común denominador de que la celebración cuente con buenas comilonas, regadas con abundante vino de la tierra. En un pueblo pequeño de Madrid, 1.700 habitantes, llamado Mataelpino, las autoridades le echaron una pensada y dieron con una idea luminosa. Aprovechando que el pueblo está en cuesta, decidieron sustituir las vaquillas del encierro por una bola rodante, delante de la cual, pudieran correr los mozos. Los precedentes en los que se inspiraron los más mayores, pudieron ser los episodios gráficos del Capitán Trueno y los más jóvenes en las películas de Indiana Jones. En ambos, se reproducía al héroe corriendo delante de una bola gigante. Obviaron algo importante, el héroe al final se salva, porque eso es lo natural en las aventuras. Puestos manos a la obra, amasaron una bola de resina de 100 kilos de peso y hace un año inauguraron el encierro. El asunto quedó un poco chungo porque el bolo que así lo llamaron, se partió por la mitad. Decidieron entonces echar más madera, perdón más resina, al asunto y le pusieron un remate de caucho, con lo que aumentó el peso a 300 kilos. En términos taurinos, sustituyeron la vaquilla por un Miura. Los resultados, los esperados: un tipo estrellado contra la talanquera, con tres costillas rotas y otro más grave tuvo que ser ingresado en la UCI hospitalaria. El concejal de fiestas, hizo unas declaraciones memorables: mejorarían las condiciones de seguridad y en plan yo ahí lo dejo, soltó que el herido iba distraído, hablando por el móvil. Gila contaba, lo que le contestaban los mozos al boticario, cuando se quejaba de que le habían matado un hijo en las fiestas: "¡Si no sabía aguantar bromas, que no hubiera venido a la feria!". Terminaba diciendo: "¿Y lo que disfrutamos?".

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