Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Lo que sea el domingo

¿Sería un irresponsable por estar tumbado en la cama en vez de escribir un artículo ecuánime sobre el 2-D?

No podía conciliar el sueño por la fiebre y tampoco quería hacer nada, ni leer y mucho menos escribir este artículo. Estaba tumbado en la cama observando las sombras que se dibujaban en el techo con la luz de la lámpara, sólo eso. La noche se iba a hacer muy larga. Entonces empezó una canción de los Papas Fritas y me dediqué a pensar en ellos. Los Papas Fritas, al contrario de lo que su nombre pueda hacer pensar, no son una chirigota del Carnaval de Cádiz. Son un grupo de Somerville, Massachusetts. Repare el lector, si es que hay alguno -y si lo hay que quiera reparar-, que digo "son" y no "eran", pero los Papas Fritas dejaron de existir como tales en 2000. Duraron poco. Es lo que pasa con los grupos, que sus componentes se separan, se hartan unos de otros, se cabrean entre ellos y terminan diciendo como Rajoy -que no tuvo ningún grupo, salvo su partido, y ese sí que desafina-, hasta aquí hemos llegado, excepto los Rolling Stones, que son unos jartibles y no se esfuman ni a tiros. Pero los grupos siempre son, nunca eran. Los Beatles son Los Beatles... En fin, que me despisto, hablaba de los Papas Fritas. Pues eso, que puede que los miembros de los Papas Fritas sean hoy vecinos anónimos en su barrio o no, o estén haciendo música cada uno por su lado o no, o tengan otras profesiones o puede que hayan abierto un bar. ¿A quién le importa? Lo que vale es que a España llegaron sus discos. Y son buenos. No son muy conocidos, ni siquiera entre la gente a la que le gusta esa clase de música. Y famosos desde luego que no. Tú preguntas a quien sea por los Papas Fritas y te responde Risi o Matutano y después quizá cite a U2, por ejemplo, pero la música del trío yanqui es más fresca y trepidante que la de la banda irlandesa. Y eso es lo que importa en el pop. Para soflamas de abanderados ya están los mítines de Vox, partido en el que pensé durante un brevísimo instante de la madrugada griposa y febril. No mucho, ya peleaba mi organismo con demasiados virus para añadirle otro más. Y mirando al techo me pregunté si no era un irresponsable por estar tumbado en la cama escuchando a los Papas Fritas mientras sudaba bajo las mantas en vez de estar reflexionando acerca de las elecciones andaluzas y leyendo sobre ellas y sobre los candidatos para formarme una opinión y escribir un artículo tan ecuánime como profundo sobre eso. Pero entonces me quedé dormido mientras cada vez más al fondo sonaban los Papas Fritas. Y fue muy agradable. No tuve pesadillas con lo que sea el domingo.

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