El dilema

A estas alturas, no es posible pedirle al PNV una lealtad constitucional que nunca ha manifestado

Como saben, el PNV ha manifestado su intención de no apoyar los Presupuestos mientras siga vigente el 155. Lo cual, bien mirado, no tiene nada de extraño. El PNV podría haber declinado su apoyo al Presupuesto por motivos, digamos, presupuestarios; sin embargo, ha preferido este beau geste, que no compromete a mucho, para subrayar tanto su apoyo al sufrido pueblo catalán como su enorme distancia con el Gobierno -después de haber revisado el Cupo-. De ahí se infiere que el PNV encuentra mucho más gravoso el comportamiento del Gobierno que la algarada cantonalista que hoy padecemos; pero también es posible deducir otra cosa, acaso no tan obvia: que antes está el Cupo que el 155. O dicho de otro modo: que la competencia del nacionalismo vasco, y de su inexplicable sobrefinanciación, es el nacionalismo catalán y sus ambiciones recaudatorias.

A estas alturas, no es posible pedirle al PNV una lealtad constitucional que nunca ha manifestado. El 155 es una medida -quizá errónea, quizá no-, pero que se recoge expresamente en la Constitución española. No ocurre así con el alegre putsch catalanista, todavía en marcha. De modo que el PNV ha preferido reclamar, siquiera nominalmente, la vieja legitimidad romántica de los pueblos para obtener su libertad (libertad de los pueblos, nunca de sus ciudadanos), mientras que el Estado se les aparece como un ogro voraz e insomne que los persigue. Pero antes, ay, el PNV ha mejorado el Cupo. Y ello por una cuestión que incluso Pilar Rahola puede entender. Las llamadas a la negociación y la calma del PNV tratan de ocultar un hecho, no por evidente, menos silenciado: el privilegio vasco no puede trasladarse a Cataluña por una cuestión de tamaño. El Cupo se puede sufragar en el País Vasco porque es una región pequeña. Sin embargo, esta misteriosa e injusta regalía, trasplantada a la comunidad catalana, sería sencillamente insostenible. Además de poner en evidencia una insólita modalidad de socorro al rico, de difícil explicación en un "Estado social y democrático de derecho" (subrayo lo de "social") como el que disfrutamos.

Digamos que el PNV se encuentra hoy como aquel Lorca de Poeta en Nueva York (poeta con el RH equivocado, naturalmente): "Asesinado por el cielo./ Entre las formas que van hacia la sierpe/ y las formas que buscan el cristal,/ dejaré crecer mis cabellos". De modo que entre la sierpe catalanista y el turbio cristal del Cupo, el PNV ha escogido que nosotros paguemos al peluquero.

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