Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La dignidad de Clavero

Clavero desmontó, paso por paso y con rigor, la que iba a ser la principal ley de la Junta: la de Reforma Agraria

El profesor Clavero Arévalo tuvo el gesto de enorme dignidad política de decir eso de señores, ya estoy yo en mi casa cuando el Gobierno del que formaba parte, el surgido de las segundas elecciones democráticas, las de 1979, decidió configurar un modelo territorial asimétrico, con privilegios sólo para vascos y catalanes y, de rebote, para los gallegos. El presidente Suárez, que cometió muchos más errores de los que las hagiografías al uso le reconocen, cedió a las presiones que le llegaban de los poderosos grupos de presión que a la salida de la dictadura ya funcionaban en Bilbao y Barcelona. Impuso un giro a la estrategia que había elaborado el propio Clavero en el Ministerio para las Regiones con la implantación de las preautonomías en prácticamente todas las comunidades que finalmente quedaron configuradas. Cuando UCD decidió boicotear el referéndum por el que Andalucía debía acceder a la autonomía plena, el del 28 de febrero de 1980, Clavero se volvió a Sevilla. Allí, una vez conseguida por la región la autonomía del artículo 155 de la Constitución, hizo algunos movimientos por configurar una fuerza política andaluza de centro liberal. Fracasó porque en aquella época el PSOE llenaba prácticamente todo el espacio político y porque le negaron, una y otra vez, el oxígeno financiero para llevarlo a cabo.

Pero aun fuera de la política, desde su cátedra y sobre todo desde su despacho de la Plaza de Cuba, Clavero habría de jugar un papel destacado en el desarrollo de la autonomía de la región. No se ha destacado mucho en las biografías que se han publicado con motivo de su fallecimiento que fue Clavero, como abogado de la patronal de los grandes propietarios de tierras de Andalucía, el que desmontó la que estaba llamada a ser la principal ley de la Junta en su primera década. La Ley de Reforma Agraria de 1984, enunciada por Escuredo y desarrollada por Rodríguez de la Borbolla, se chocó de frente con el rigor de un especialista en Derecho Administrativo que logró invalidar el reglamento, los decretos de actuación y cuantas medidas expropiatorias se intentaron poner en marcha. Tras pasar por la trituradora de Clavero aquella ley, tan bien intencionada como mal hecha y peor reglamentada, quedó para la papelera. Me tocó asistir a todo aquello en primera fila y eso me dio ocasión de conocer en su despacho al profesor, de admirar sus conocimientos y, de paso, aprender de uno de sus principales protagonistas cómo se edificó, desde la dignidad, la Andalucía en la que hoy vivimos.

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