Dos días de mayo

Bueno es que asome el lobo de vez en cuando, contribuye a que se agite la parquedad de las ovejas

El pasado domingo se conmemoraba el levantamiento popular de esas fechas en 1808, contra el invasor francés. El "pequeño corso", llamaban allende los Pirineos, al emperador Bonaparte. Un muchacho un poco regordete de menos de 1,70 de estatura, que llegó a Paris desde la Francia insular con el empeño de ser militar. Medio italiano medio francés, por aquello de la mélangeétnica de la isla, no era para sospechar que alcanzara a situarse en el pódium de un imperio nacido de una república. Si sorprendió al mundo nuestra Transición, cabe imaginar lo que sorprendería que aquellos revolucionarios que tantas nobles cabezas, algunas coronadas, hicieron rodar acabaran siendo ciudadanos de un imperio. Nada más inescrutable que la mente de un revolucionario antes de que encuentre acomodo para sus posaderas.

Ese día dos, en Las Ventas, hubo un festival taurino que parecía un encuentro patriótico para gente joven. Una reafirmación del yo compartido que es la tradición y la historia. Cuando eso sucede, los andaluces nos encontramos en nuestra propia salsa, porque no es posible ensalzar lo español evitando alusiones y sensaciones de corte y naturaleza andaluza; la música, los gestos, la indumentaria y el color del ambiente trasmiten sabor andaluz. Sonó el himno nacional bajo un palio de pasodobles y la fiesta se metió en las meninges de los espectadores como si se tratara de un acto de resistencia a un nuevo invasor, éste menos percibido, más sutil y no tan cruento. No había alcohol de ingesta, sino gel y mascarillas; y no obstante, era como estar en sanfermines.

Estos días volvieron al guión palabras malsonantes como "fascismo" y "comunismo", y la que supone lo contrario de ambas cosas: libertad. Y no hay contrario de lo contrario que no se aúne en uno y en lo mismo. Sería el diseñador de la Plaza Alta de Algeciras, el general Castaños, el que haría morder el polvo en Bailén, al ejército más poderoso de su tiempo, el de Napoleón. Mientras las gaditanas hacían tirabuzones con las bombas que a las puertas de las salinas de San Fernando, tiraban los fanfarrones. En eso estábamos unas horas antes de los comicios, a los que la gente acudía como si le fuera en ello el futuro de lo que son y de lo que tienen. Colas interminables en los colegios electorales y un personal dispuesto a defender el tipo y a la prole. Bueno es que asome el lobo de vez en cuando, contribuye a que se agite la parquedad de las ovejas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios