Ayer era 18, dieciocho de julio, una fecha de la que se conserva la paga extraordinaria, que durante muchos años fue señalada como principal referencia del golpe de Estado civil y militar que en 1936 llevó al poder al general Franco; brillante soldado de múltiples reconocimientos durante la monarquía del rey Alfonso XIII y después, en los años de la Segunda Republica cuya proclamación vivió siendo director de la Academia General Militar de Zaragoza. Franco fue ascendido a general el día 3 de febrero de 1926, tenía 33 años y el ascenso lo convertiría en el general más joven de Europa. Poco después, el 24 de junio, tendría lugar la "sanjuanada", un golpe de Estado fallido contra la Dictadura de Primo de Rivera. En 1934 el general Franco fue el jefe militar designado por el Gobierno de la Segunda Republica, para reprimir el golpe organizado bajo el liderazgo del dirigente socialista Francisco Largo Caballero. El periódico El Socialista había publicado en primera página, el día 24 de septiembre de 1933, una frase premonitora de Largo Caballero: "El socialismo tendrá que acudir a la violencia máxima para desplazar al capitalismo".
Y anteayer, 17, se cumplieron cien años del bárbaro asesinato de la familia imperial rusa, del zar Nicolás II y de la zarina Alejandra, de sus hijos Olga, Tatiana, María, Anastasia y Alexei, de entre 14 y 22 años, del doctor Botkin, el médico del zar, y de tres personas del servicio, el cocinero, el mayordomo y la asistenta. Estábamos entonces en plena revolución proletaria y se mataba en nombre de la clase trabajadora. Años más tarde, bajo la autoridad de José Stalin, serían millones los seres humanos asesinados. Adolf Hitler no pasaría de ser un aficionado ante aquel siniestro soviético tan admirado por los comunistas españoles de su tiempo.
Puestos a recordar masacres, antes de que la verdad se establezca por decreto, y salvando las enormes distancias, me ha venido a la memoria histórica la de Casares, de inspiración proletaria y en plena legitimidad republicana; entre estas fechas y primeros de octubre de 1936. Las víctimas fueron más de medio centenar de personas. Una docena de ellas, miembros de mi familia, directamente emparentadas con Blas Infante Pérez de Vargas que, terminado julio, fue asesinado, él mismo, por falangistas en un ajuste de cuentas. Pasados los años sería llamado, como algunos saben, padre de la Patria Andaluza.
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