Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Un día menos

La hija de los vecinos ha vuelto a ponerse los zapatos de tacón de su madre, dejando tras de sí una estela de golpecillos huecos y risas infantiles

Confinamiento. La hija de los vecinos de arriba ha vuelto a ponerse los zapatos de tacón de su madre, con los pies bailándole dentro, y andurrea con ellos por el pasillo, arriba y abajo, dejando tras de sí una estela de golpecillos huecos en el suelo y risas infantiles. Un poco antes, Osama, con gesto ya cansado, me ha entregado en el portal de casa un nuevo paquete, aunque esta vez no eran ni mascarillas, ni guantes, ni geles de manos para los trabajadores del periódico: ya tengo máquina cortapelos. El arresto domiciliario se promete largo.

Lección. Alguien ha colocado en la puerta de la residencia de Tiempo Libre de La Línea una pancarta de bienvenida como acto de desagravio a la treintena de ancianos llegados de Alcalá del Valle, enfermos de coronavirus: "También sois nuestros abuelos". El día antes, unos pocos vándalos trataron de impedir con piedras y un par de artefactos incendiarios que el autobús y las ambulancias en las que los trajeron llegasen a El Burgo. "No en mi nombre", fue el titular de la tribuna de opinión que Enrique Mesa publicó en Europa Sur, inaugurando así una cadena de reacciones de solidaridad con nuestros mayores. Una lección de humanidad.

Irregulares. Pide Vox que los migrantes sin papeles se paguen las pruebas de detección del coronavirus y también los tratamientos contra la enfermedad. Teniendo en cuenta la situación económica de estas personas, la propuesta es una canallada porque las condena a enfermar, sin recibir tratamiento, y puede que a morir. Tampoco tienen en cuenta los ultramontanos que cualquier enfermo de coronavirus debe ser tratado médicamente, sí o sí, para no contagiar a nadie más. El diagnóstico y la receta de Vox suelen repetirse: el problema son los de fuera, que lo mismo nos quitan el trabajo, que nos dejan sin casas porque se las dan gratis o colapsan los hospitales. Los llaman irregulares, pero la verdadera anomalía social son quienes llevan por bandera la insolidaridad y la mezquindad.

Marcha atrás. Desde Europa Sur, como muchos otros hicieron en privado, le dijimos que se equivocaba y que su actitud como gobernante era irresponsable. Fabián Picardo rectificó el pasado domingo, menos mal, decretando el confinamiento parcial de la población en Gibraltar y el cierre de los comercios. Y eso que, menos de 48 horas antes, se había mostrado afligido y contrario a la medida ante su Parlamento: "Resulta imposible comprender que, en una sociedad liberal y moderna, existan personas que estén pidiendo al Gobierno [de Gibraltar] que haga más por confinar a segmentos aún más amplios de nuestra población". Como era previsible, este periódico fue objeto en los siguientes días de las críticas feroces del chief minister y de su coro de agradaores, pobres en su desnudez. Sinceramente, nos hubieran decepcionado de no haberlo hecho. El Peñón contabilizaba 10 contagiados hace una semana; ayer eran ya 56.

Enfermos. José Ignacio y Gerardo Landaluce llevan unos días tocados por el coronavirus. Como muchas otras víctimas directas de la pandemia y desde la distancia impuesta, ambos siguen al frente de sus equipos. Pura genética. Mucho ánimo a ambos.

Salud a todos. Cada día que pasa no es uno más, sino uno menos para abrazarnos.

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