En el día del amor fraterno

La Pasión, cuya celebración nos hurta la pandemia, no se entendería sin la Resurrección

En la homilía que el papa Francisco pronunció en la misa del Domingo de Ramos, dijo que el amor ha de ser sin si y sin pero; sin condicionantes: "L'amore senza se e senza ma". Me trasladó a aquello que nos contaban, de poner la otra mejilla, cuando aprendíamos el Catecismo. Se trataba de hacernos ver el sentido que tiene el amor para el cristiano: sin si -en efecto- y sin pero. Está escrito (Éxodo 21:23-25, libro compartido por la Biblia cristiana y la Torá judía) que "pondrás como castigo, vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe". No obstante, la ley del talión -como se alude a este apotegma- cuyas primeras referencias documentadas aparecen en el código Hammurabi, del siglo octavo antes de Cristo, si bien se incorporó como principio jurídico al judaísmo, los rabinos de la llamada época Michnah (siglo I dC o, como ellos dicen, EC, era común) no lo aplicaron jamás al pie de la letra.

No obstante el "ojo por ojo" estuvo y está incrustado en el mal, en las reglas de juego de la vendetta, de la socialización perversa del propósito de hacer justicia. "La vita non serve se non si serve" (la vida no sirve si no se sirve) dijo también el papa Francisco. Actualicé, llevando esas dos ideas a mi propio pensamiento, a Jesús de Nazaret, al Jesús histórico, que se proyecta mucho más allá del ámbito en que su naturaleza es divina. Nos lo recordaba el evangelista, el sábado de la primera semana de Cuaresma (Mateo 5, 43-48): "Ustedes han oído que se dijo: 'Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo'. Pero yo les digo: 'Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores'; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes les aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo".

La Pasión, cuya celebración nos hurta la pandemia, no se entendería sin la Resurrección. Y el cristianismo, como inspiración del comportamiento humano, no se explicaría sin esa dimensión sin límites del amor extendido: amor más allá de la reciprocidad, del amor correspondido que cabe esperar del ser amado.

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