La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El derribo del puente de Triana

Es oportuno recordar a los sevillanos sin memoria que en los años 70 estuvo a punto de derribarse el puente de Triana

La entrevista del compañero Sánchez-Moliní al arquitecto José García-Tapial y León publicada ayer recordó a los sevillanos que en 1973 el Ayuntamiento a punto estuvo de derribar el puente de Triana. Y que si no lo logró fue, cosa rarísima en Sevilla entonces (y quizás también hoy), por la firme oposición de algunos sevillanos y entidades ciudadanas: "El Ayuntamiento de Sevilla -cuenta en la entrevista- hizo todo lo posible por tirar el puente. Estuvo cortado al tráfico durante dos años para generar un cierto hartazgo en los trianeros y que se conformaran con uno nuevo. Recuerdo las reuniones conspirativas en la rebotica del farmacéutico Murillo, en el Altozano. Estamos hablando de 1973, un año poco propicio para llevarle la contraria al poder establecido. Querían hacer un puente nuevo que ni siquiera era airoso y novedoso, un hito de modernidad, sino retrógrado y feo".

Oportuno recuerdo este. Muchos, muchísimos sevillanos ignoran que el puente de Triana corrió el peligro de acabar como la plaza del Duque, la Universidad Literaria, el Corral de los Canónigos, el teatro San Fernando (derribado el mismo año en el que se intentó acabar con el puente de Triana), el vaciamiento interior del Coliseo hasta dejar sólo su cáscara, los edificios regionalistas de la Avenida de la Constitución, el convento de la Asunción de la plaza del Museo y manzanas enteras del casco histórico. Todos los edificios, plazas, calles o manzanas nombrados dejaron de existir hace muchos años. Casi nadie lamentó y mucho menos criticó sus derribos y casi nadie los recuerda hoy. El puente de Triana, en cambio, existe, es considerado parte esencial del patrimonio de la ciudad y aceptado como un símbolo. Por ello es oportuno recordar que también estuvo a punto de desaparecer y que sólo la decidida oposición de unos cuantos sevillanos logró salvarlo.

Es importante que en la entrevista el arquitecto recuerde que el proyecto que había de sustituirlo "ni siquiera era airoso y novedoso, un hito de modernidad, sino retrógrado y feo". Porque lo mismo sucedió con todos los derribos a los que antes me refería. Piensen en la horrenda facultad de Bellas Artes, los pisos yeyés, los grandes almacenes o el kitsch seudo sevillano del Patio del Cabildo que sustituyeron a la Universidad Literaria, las casas regionalistas de la Avenida, los palacios del Duque y el Teatro San Fernando o el Corral de los Canónigos.

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