Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Las cuentas del consejero

Los vaivenes, la ausencia de un discurso coherente en el tiempo no ayudan a mantener la alerta social ante el virus

Si analizamos de forma cronológica los pronunciamientos de nuestros responsables políticos sobre la forma en que debemos afrontar la pandemia, detectaremos una sucesión de declaraciones que oscilan entre severas llamadas a la responsabilidad y otras en las que nos invitan a recobrar la normalidad. "Hemos derrotado al virus y controlado la pandemia", decía ufano Pedro Sánchez en julio de 2020, tras superarse la primera ola. Ahora vamos por la sexta y el consejero de Salud y Familias de la Junta, con la bata blanca de médico puesta, alertó el pasado viernes de que, de seguir la progresión actual de los contagios, volverían a implantarse algunas restricciones en Andalucía. No en vano los datos indican que, solo en el último mes, se ha duplicado el número de personas hospitalizadas en la comunidad: la última cifra es de 410. De ellas, 88 se encuentran en las UCI, áreas que hasta hace bien poco estaban prácticamente libres de enfermos con Covid. Jesús Aguirre añadió que la alarma podría dispararse a partir de los mil hospitalizados, cifra nada descartable si tenemos en cuenta nuestra tendencia innata a darlo todo en las fiestas navideñas.

Aguirre se autoenmendó por la tarde, una vez testada la onda expansiva de sus declaraciones y después de haber recibido posiblemente algún toque de atención: La Junta no aprobará medidas restrictivas en relación a la pandemia, dijo, "ya que no se espera ningún crecimiento abrupto de la incidencia acumulada ni de los ingresos hospitalarios". ¿Por qué entonces la advertencia lanzada por la mañana? Si el consejero atendiese a la enseñanzas de Maquiavelo, sabría que es relativamente sencillo convencer al pueblo de un hecho, pero que es tremendamente complicado mantenerle en ese convencimiento durante mucho tiempo. Los vaivenes, la ausencia de un discurso coherente a lo largo de los meses y años no ayudan a mantener la alerta social ante el virus.

No parece razonable que nos encomendemos con los ojos cerrados a las vacunas dado que la eficacia de estas se reduce al cabo de unos meses. El ejemplo de Gibraltar es palmario. Las autoridades de la colonia se apresuraron a adquirir con la billetera en la mano las primeras existencias de Pfizer para inmunizar a su población, pero en cuanto pasó el efecto de las dos primeras dosis, los contagios volvieron a crecer de forma exponencial en la Roca. Es ahora, tras poner las terceras cuando ha logrado bajar de nuevo su número de enfermos, lo cual no evita que el 22% de su población haya padecido o padezca la enfermedad en carne propia. En Andalucía vamos con algo de retraso. Las terceras dosis se están administrando a los mayores de 60 años, pero pasará aún un tiempo hasta que la mayor parte de la población la haya recibido.

Se echa en falta un mando único para atender la emergencia sanitaria o, cuando menos y para la salvaguarda de las competencias autonómicas, una coordinación real y efectiva del Gobierno de la nación con las comunidades para ponerse de acuerdo en la adopción de las medidas para atajar la pandemia. Claro que para eso tendrían que estar de acuerdo, como en tantas cuestiones de Estado, Pedro Sánchez y Pablo Casado; pero no, eso son palabras mayores. A río revuelto, ganan siempre los extremos. Atentos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios