Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El corazón en un puño

Covid, incendios de 6ª generación, volcanes, ¿tsunamis? Respiremos hondo, ¡otro oloroso!

Imagino sin temor a equivocarme que ustedes también tienen pequeños ataques de ansiedad al escuchar o leer las noticias. Puede que no, que su caso sea el de aquel que, por estar saturado o, sencillamente, porque nunca le interesó estar informado, encuentre ahora una coartada que ni pintada para ser un espíritu libre de noticias, dados esos noticiarios de canales hincha y aquellos foros rebosantes de dentelladas y hachazos. Pero a quienes sí interesa lo que pasa, sin mucha esperanza pero con afán de darse un juicio propio, se arriesgan a sufrir ocasionales trastornos de pánico o fatal desazón.

El Covid-19 que remite o muta en ya veremos qué nos metió el corazón en un puño... aunque sigue habiendo gente -si es que no cada vez más, ahora que ya vamos a tener romerías, procesiones y ferias- que atribuye las medidas antipandemia a una confabulación muchos más que judeomasónica: es una conjura de judíos, masones, neonazis, árabes y caucasianos; de asiáticos, americanos, europeos, africanos y australianos, de políticos de toda laya -comunistas y neoliberales-, de todos los dirigentes políticos del globo: pedazo de confabulación, oiga. Cuánta transversalidad para quedarse con todo quisque. Lo nunca visto en titiritero.

Los llamados incendios de sexta generación -en cierta medida, de sexto abandono y dejación del mont- se han cebado con la malagueña Sierra Bermeja, en la primera acometida de unos episodios forestales capaces de modificar la meteorología en su avance devastador de llamas y brasas. Saber que poco o nada puede hacerse ante ellos -sino prevenir-, y que este tipo de desastre ha venido para quedarse nos agacha el ánimo y nos seca la boca. Los amigos que manejan a diario apps de medición sísmica te dicen -al oído, en confidencia- que algo gordo está por venir. Un buen meneo. Pero bajo nuestros pies.

Estirando la distopía como hijos del agobio y el dolor, el volcán de La Palma nos pone a los humanos en nuestro sitio: a merced de la naturaleza. El volcán -diría uno- nada tiene que ver con el carbono en la atmósfera o con el plástico en los mares. Pero no deja de acongojarnos. Los ríos de lava que buscan el mar en la isla canaria son un espectáculo realmente dantesco, aunque no paran de oírse arrobadas declaraciones de la "belleza salvaje" de las explosiones, de los gases y la piedra ardiente tragando casitas. En fin, hay gente para todo, siempre fue así. Unos, con el corazón en un puño, y otros embelesados por la brutalidad ecológica. Igual los pinos ardiendo o un tsunami también les ponen.

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