La controversia

La violencia aumenta de forma directamente proporcional a las mayorías que corean una idea

Las imágenes del desmoronamiento de la convivencia en Estados Unidos resultan estremecedoras. Más, si cabe, cuando recordamos que se trata de la primera potencia del mundo, y no sólo en lo militar ni en lo económico, sino también por sus universidades de élite o por sus centros de investigación. La violencia del Black Lives Matter es indiscutible, aunque se discute. Se dio el caso de un reportero televisivo comentando que eran movilizaciones mayormente pacíficas… con un fondo de fuego y destrucción.

Todavía es más raro cuando se piensa que ya existe una práctica unanimidad social contra el racismo y la discriminación y que las leyes velan por la igualdad de todos. Parece, por tanto, que la violencia aumenta de forma directamente proporcional a las mayorías que corean una idea. En realidad, la violencia represiva suele crecer a la vez que el pensamiento políticamente correcto. El sueño de la superioridad moral produce monstruos.

Tiene razón Gregorio Luri cuando admira especialmente de la historia de España el momento de la Controversia de Vallodolid (1550), esto es, cuando el Imperio más poderoso de su tiempo, con todo el ardor de una fe berroqueña sosteniéndole, fue capaz de parar en seco sus conquistas para preguntarse por la justicia de su causa y los derechos de los indígenas.

Es el apogeo de una idea o de una ideología cuando con más cuidado y delicadeza hay que observar con los principios y las razones del otro. Los activistas de izquierda en Estados Unidos, sin embargo, están tan convencidos de la bondad absoluta de sus posturas que no pueden concebir más que una razón para no estar siempre al 100% de acuerdo con ellos: la maldad.

No es una cuestión exclusivamente americana. Aquí no pasan esas cosas porque nadie todavía se ha planteado seriamente y con opciones de victoria discutir el discurso políticamente dominante. El partido Vox, que ha hecho lo que puede, ha sido recibido con grandes dosis de violencia en la última campaña en el País Vasco y en Galicia. La decapitación simbólica de Cayetana Álvarez de Toledo tiene una lectura desde esta perspectiva. Habría que ver qué pasaba si alguien estuviese en condiciones de echar aquí un pulso como el de Trump.

No miraría yo a USA como el que ve un Western, algo lejano y salvaje. Es un aviso, como una profecía en directo, de lo mal que lleva el discurso dominante las opiniones que cuestionan su dominio absoluto.

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