La complejidad

Lo que nos gusta es trazar una línea que reduzca los mil matices de la complejidad de las cosas a una simple consigna

Cada vez que escribo algo, tengo presente una frase de Alice Munro: "Nada es sencillo ni simple. La complejidad de las cosas -las cosas dentro de las cosas- es infinita". Qué frase, santo Dios. En esta época tan proclive al histerismo -y a la exaltación colectiva de la estupidez, y al estallido descontrolado de furia narcisista, y al "¿Qué hay de lo mío?" enmascarado en "Esto es lo que salvará a la humanidad"-, esta frase debería presidir todas las cuentas de Twitter, todas las televisiones, todas las radios. Pero más bien ocurre todo lo contrario. Lo que nos seduce es el brochazo, la descalificación, la visión maniquea que divide el mundo en una representación orquestada entre buenos y malos. Los buenos son los que nosotros decimos que son buenos. Y los malos son todos los demás. Da igual que sean jueces o feministas, acusados o defensores, constitucionalistas o independentistas, testigos o policías. Da igual. Lo importante es trazar una línea muy clara que reduzca los mil matices de la complejidad de las cosas a un simple brochazo y a un simple grito y a una simple consigna. Cualquier cosa con tal de ocultar el hecho de que las cosas son complejas. Muy complejas. Infinitamente complejas.

¿Quieren ejemplos? Matteo Salvini reclamando un censo de gitanos para "controlarlos". Ciertas feministas que desacreditan al mejor feminismo cuando dicen -o más bien chillan- que el objetivo de la Justicia no debe ser la justicia ni la verdad, sino la "igualdad" (¿se puede imponer la igualdad por encima de la verdad o de la justicia?, pregunto, sólo pregunto). O esos periodistas infames que ya están buscando a los hombretones de la Manada para entrevistarlos en la tele. O esos energúmenos que se ríen de los pobres desgraciados que intentan cruzar el Mediterráneo en una balsa. Cada día hay millones de personas dispuestas a ignorar la complejidad de las cosas porque prefieren las soluciones mágicas, es decir, engañosas. Soluciones a base de gritos. Soluciones a base de propuestas simplonas que oculten que nada es sencillo y que todo en la vida ocurre en esa infinita gama de grises que puede empezar en un beso apasionado y terminar en una violación.

Así que termino igual que he empezado, con Alice Munro: "Nada es sencillo ni simple. La complejidad de las cosas -las cosas dentro de las cosas- es infinita". Amén.

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