Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
Sánchez intenta levantar cabeza, y como suele hacer en tiempos difíciles, utiliza siempre el mismo comodín: las cifras económicas. En las últimas semanas, lo acompaña con un segundo comodín: Israel. Las cifras económicas solo provocan entusiasmo en las altas esferas, los españoles de a pie conocen perfectamente las dificultades para sobrevivir a pesar del triunfalismo del presidente; como conocen también perfectamente cuántos socialistas han engrosado sus cuentas corrientes por prácticas ilegales, o porque el carnet les abría puertas para cargos de buen salario que jamás habrían conseguido por sus méritos.
Israel es otro asunto. Pedro Sánchez, cercado por la corrupción, por socios insaciables y por sucesivos fracasos parlamentarios que echan abajo sus principales proyectos de gobierno, pretende convertirse en adalid internacional de las acusaciones a Israel por el genocidio en Gaza. Lo que ocurre en Gaza con la población civil es absolutamente indignante, intolerable, y es obligado llevarlo al Tribunal Penal Internacional. Pero el presidente español en vez de utilizarlo como baza para subir puntos en España, tendría que preguntarse por qué otros países importantes no se han empeñado en ser los primeros en la denuncia sino que prefieren tomar medidas contra Israel cuando estén cargados de razón.
Tal como Sánchez ha planteado la posición española, es fácil interpretar que se coloca al lado de Hamas, considerado grupo terrorista incluso por el Gobierno palestino. La prueba de que Hamas ve hoy a Sánchez como apoyo importante, es que en el boicot a la Vuelta han participado simpatizantes de Hamas.
Segundo: identifica a Israel con Netanyahu, lo que es un error monumental porque el primer ministro israelí es hoy cuestionado por una parte considerable de sus ciudadanos, hasta el punto de que crecen los organismos que quieren llevarlo ante el TPI. También hay tensiones muy graves en la cúpula militar.
Gaza es un referente de lo que no puede permitir ningún gobernante democrático. Pero convertirlo en causa política para remontar en horas bajas sin tener en cuenta las circunstancias que rodean a esa guerra, y verla como una lucha de buenos y malos, es una simpleza impropia de un dirigente político. Mucho más cuando lo que pretende Sánchez es ponerse la medalla de ser el primero en defender a la población gazatí frente a Israel.
También te puede interesar
Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
Manual de disidencia
Ignacio Martínez
Un empacho de Juanma
Las dos orillas
José Joaquín León
La edad de la Constitución
La esquina
José Aguilar
Los hombres del presidente