La naturaleza de la luz consumió el trabajo de los mejores cerebros en las primeras décadas del siglo XX, una duda sobre el color de un atizador de hierro puesto a la llama derivó en la formulación de la mecánica cuántica y el descubrimiento del mundo subatómico. ¿Se puede meter la luz en las arterias, de modo que la parte ultravioleta de su espectro acabe con el coronavirus de los pulmones? ¿Y si metemos lejía? El líder del mundo libre, que es como se titula al presidente de los Estados Unidos de América, se hace este tipo de preguntas. Alguien lo ha comparado con el doctor Rosado, aquel que resucitaba a los niños ahogados apagándoles colillas en la cabeza. Dios bendiga a América (a nosotros también), porque de un ignorante descarado como éste sólo salen cosas buenas por casualidad. Verán, los imperios no caen de un día para otro, es necesario carcomerlos por dentro para que caigan ante un enemigo exterior. Alarico no acabó con Roma. ¿Cuándo se jodieron los EEUU? George Packer acaba de publicar una biografía sobre Richard Holbrooke (Nuestro hombre), el diplomático de los acuerdos de Bosnia, y sitúa la inflexión en el caso de Monica Lewinsky, cuando la ultraderecha mediática utilizó el affaire sexual del presidente Clinton para derribarlo. Desde entonces la mentira tiene otro valor, no avergüenza, empodera.

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