Qué ciudad queremos

Todos sabemos que esto solo lo podremos arreglar los que en esta ciudad vivimos, apoyando a nuestro comercio y comerciantes

Durante el confinamiento, el grupo de wasap que formamos algunas parejas amigas fue renombrado como Confinados pero Saciados, a raíz de las habilidades culinarias de las que algunos miembros hicieron gala. El momento cumbre de nuestra relación cibernética-social fue una cata a ciegas, vía Zoom (con la agravante de nocturnidad), que excepcionalmente organizó Jose Mari, de El Decantador Enotienda, fantástico local de la céntrica Sáenz Laguna. Obvio la crítica enológica de los caldos disfrutados y las disparatadas conclusiones vertidas sobre las secretas denominaciones de origen catadas.

Lo cierto es que se ha de reconocer que hubiera sido difícil encontrar a alguien que nos organizara mejor tan divertida velada. Ningún vendedor online de Amazon lo hubiera hecho.

Superado el confinamiento, nos encontramos con la alarma social generada por razón del continuado cierre de establecimientos comerciales en el centro de la ciudad, ya sea por traslado a grandes superficies periféricas, o por su definitivo cierre. Ello ya era una realidad más que tangible en la Villa Vieja (perdón, en el también renombrado Barrio de la Caridad), pero ahora que la epidemia de clausuras se expande, algunos advierten el estado crítico del enfermo. La división de las Algeciras, sobre la que nos ilustra el Profesor Yborra, continúa más allá del medievo. La solución institucional es la creación de una Mesa del Comercio, cuyo objetivo es trabajar juntos, Ayuntamiento y comerciantes, a fin de buscar soluciones.

Me pregunto si antes existía tal coordinación. Y creo que no. Y ello se constata en la dificultad burocrática que persiste para abrir un negocio. Solo habría que analizar el tiempo medio que emplea el Ayuntamiento en tramitar la preceptiva calificación ambiental previa a una apertura, o que se deba esperar a la reunión de un Consejo de Urbanismo a la que asisten sobre quince personas cada quince días (dietas mediante) para obtener una licencia de adaptación, que podría ser firmada de inmediato por el alcalde, en virtud de sus competencias. Parece que el cacareado apoyo al emprendedor se queda solo en palabras.

Comisión aparte, todos sabemos que esto solo lo podremos arreglar los que en esta ciudad vivimos, apoyando a nuestros comercios y comerciantes, y generándoles negocio. Que les entren clientes e ingresos, no hay otra.

Decidamos reconstruir una ciudad viva, vigorosa y atractiva, y que no nos pongan más trabas para ello, cuando menos. La alternativa para todos, en caso contrario, es desoladora.

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