hoja de ruta

Ignacio Martínez

No hay cheques en blanco

LAS alegrías y las penas duran poco en la política europea. Es una advertencia para el próximo presidente del Gobierno español. El señor Rajoy debe saber que su amplia mayoría absoluta no será un cheque en blanco. Tiene ya algunas referencias. Por ejemplo, Berlusconi. Ignoro si es amigo suyo, pero lo era de Aznar: se partían de la risa en julio de 1999, en un mitin en Málaga tras las elecciones europeas. La crisis se va a llevar por delante a este italiano, campeón de la derecha continental, que se creía por encima de lo divino y de lo humano, con quien no han podido jueces, fiscales o periodistas; que ha conseguido evitar condenas por atropellos y delitos que han pagado alguno de sus colaboradores.

Grecia es otro buen paradigma de lo efímero de la gloria y la desgracia en política. El partido Nueva Democracia, que entró en su día en el Partido Popular Europeo junto al PP español, dejó el país en la ruina hace dos años. Con mentiras tan gordas como decir que el déficit público estaba en el 6%, cuando era del triple. Karamanlis descendió a los infiernos, y el socialista Papandreu ganó por mayoría absoluta. Pero si alguien pensó que esa alternancia duraría mucho tiempo, se equivocaba. Dos años después, Samaras el sustituto de Karamanlis, está destacadísimo en las encuestas. Se diría que los griegos, ya que no pueden arreglar su bancarrota, prefieren al partido que les miente. En todo caso, a Papandreu se lo ha comido la centrifugadora de la crisis, como a su antecesor. Dos lideratos en dos años.

Claro que hay ejemplos para todos los barrios. Irlanda, sin ir más lejos. En febrero de este año, el Fianna Fáil, partido nuclear de la república, que ha estado en el poder 66 de los últimos 79 años, se pegó un batacazo de aúpa. Pasó de 77 a 14 escaños. De golpe: la crisis arrambla con todo. Una advertencia en este caso para el PSOE, el partido que ha ocupado el poder en Andalucía íntegramente, los 30 años de autonomía. La penuria económica invita a los pueblos a sacrificar a sus gobernantes. ¡Y lo hacen con entusiasmo!

Pero esto no ocurre sólo en la casa del pobre. Quien piense que la salud de la pareja franco-alemana sobrevive a este cataclismo, se equivoca. Nunca ha habido tanto desequilibrio en el eje París-Berlín (antes Bonn). Ya cuando se suscitó en los ochenta la idea de la moneda única, Mitterrand convenció a Kohl. El alemán aceptó el euro, pero puso las condiciones. En esta época Sarkozy impuso a Merkel las reuniones del Eurogrupo, y ella consintió pero las aprovecha para dictar la doctrina. El ex presidente de la Comisión Romano Prodi estuvo hace un par de semanas en Barcelona y contó una maldad reciente sobre la pareja que nos ocupa: "Ella toma las decisiones y él da las ruedas de prensa". No somos nadie.

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