En la era del chat

En la era del chat cualquiera de nosotros puede, mientras escribe, estar dibujando su propia caricatura

Cuando acabe de redactar estas líneas apresuradas en la recta final de este otro puente sin sentido (¿pero no he oído yo en algún sitio que las fiestas en domingo no se trasladaban ya al lunes?), con el personal aburrido delante de la tele desde las seis de la tarde, seguro que en el Whatsapp del móvil tendré cientos de mensajes provenientes de los muchos y variados chats en que anda uno metido. El de la pandilla, el de la familia, el del colegio, el cofrade, el de la familia política, el de los primos, el de la universidad, el del colegio (de los niños, no el mío), el de la tertulia, el cultureta, el de abogados, el de la hermandad (no confundir con el cofrade), el de los amigos de verano, el de la peña…

Nuestro entramado social se articula a través de estos nuevos canales de comunicación, tan ágiles, eficientes y rápidos que cualquier otro ha quedado totalmente desfasado. Gracias a esto, o más bien por su culpa, cada día nos comunicamos más veces, hacemos más comentarios, deslizamos más información. Por su condición de canal voluntario con cierto sentimiento de pertenencia (nadie nos obliga a estar, y si estamos es porque tenemos algún lazo en común con el resto de integrantes), estas conversaciones digitales en comunidad suelen ir acompañadas de cierta inhibición, con propensión al comentario desahogado, a la rijosa puesta en común desenfadada de asuntos no siempre triviales, por lo que muchas veces sin pretenderlo se infieren comentarios ofensivos o hirientes, pues somos dados a pensar que el que me está leyendo tiene la misma concepción de la vida (o de la sociedad, o de la política…) que la mía. Después, si extrajésemos el contenido de las opiniones del contexto íntimo y personal, de confianza, en el que fueron expuestos, quedamos expuestos a ser considerados por la masa como unos auténticos descerebrados.

Es lo que les ha pasado, pienso, a esos militares jubilados del Ejército del aire cuyas conversaciones bravuconas salidas de tono le han puesto botando a nuestra ofendida izquierda la pelota fácil del golpismo y ese militarismo cuartelero tan distinto y tan distante a la ejemplaridad que muestra a diario nuestro nunca bien ponderado Ejercito. Esta vez han sido ellos quienes han quedado retratados, pero mañana pueden ser otros. Porque en la era del chat cualquiera de nosotros puede, mientras escribe, estar dibujando su propia caricatura.

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