La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El chantaje del prisionero

La suerte de España está en manos de un preso que intentó destruirla y un fugado que compite con él en odiarla

Bien mirado, no es extraño que Pedro Sánchez rompa también con la tradición de que el presidente del Gobierno haga balance público del año que termina. ¿Qué balance político se puede hacer de 2019? Uno muy desolador: todo lo que iba mal ha empeorado y todo lo que iba bien se ha ido estropeando. Ahora tenemos un país más ingobernable, de economía más incierta, menos satisfecho y más crispado. Las instituciones se han deteriorado y la gente se debate entre la frustración y el miedo.

Después de dos elecciones generales (más otras europeas, autonómicas y municipales) la suerte de España depende de un individuo que está preso por haber liderado una revuelta contra la Constitución de España y de su competición con otro individuo que se fugó a Bélgica para no ser juzgado y condenado por lo mismo. Habrá Gobierno o no en función de que Junqueras consiga o no del candidato todo lo que necesita para que Puigdemont no pueda acusarle a él de traidor y blandengue. O sea, avanzar hacia la soberanía de Cataluña. O sea, destruir la soberanía española.

En ello están los delegados de Junqueras fuera de la cárcel. Ya casi han logrado todo lo que se propusieron al inicio de las negociaciones y lo que fueron ideando sobre la marcha subiendo la apuesta ante la evidencia de que sus interlocutores (con 120 escaños frente a sus 13) están entregados, dispuestos a hacer lo que haya que hacer para que Sánchez sea investido. Lo han hecho: los negociadores tenían que ser tres por cada parte y han sido tres, una de las reuniones hubo que celebrarla en Barcelona por el simbolismo infantiloide que corroe a ERC, el problema de convivencia entre catalanes debía pasar a ser un conflicto político entre Cataluña y España y ha pasado a serlo, habrá una mesa de gobiernos entre ambos bandos de igual a igual y para hablar de todo, el insurrecto Quim Torra (el Le Pen catalán, ¿recuerdan?) ahora es un interlocutor válido y legítimo y ya no importa que los posibles acuerdos se alcancen dentro de la Constitución, basta con que dispongan de "seguridad jurídica".

Todo ello lo ha exigido ERC y todo se lo ha concedido el Gobierno en funciones. Esto antiguamente se llamaba chantaje. A él se somete Pedro Sánchez de forma voluntaria, cegado por la ambición. No se ha visto una negociación más disparatada: una parte entrega todo lo que le van pidiendo y otra estira el chicle hasta el límite para acabar entregando ¡13 abstenciones!

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