Crónica Personal

La cesta de la compra

El Gobierno progresista consiste en que progrese la calidad de vida de sus ministros y asesores

En el mundo de la política todo gira en torno al proyecto que presenta Yolanda Díaz hoy, a quién ha invitado y a quién no, qué ocurrirá a partir del martes en el debate sobre el estado de la Nación, qué dicen las encuestas y cuáles son las posibilidades de Feijóo de echar a Sánchez del Gobierno.

Al español medio le tienen sin cuidado, o casi, estas noticias, el asalto del Gobierno en las instituciones del Estado o qué soplará Feijóo a Cuca Gamarra cuando se siente en el escaño que ocupa el líder de la oposición. Lo que le preocupa más que cualquiera de los titulares de los medios, más incluso que la guerra de Ucrania, es el precio de la cesta de la compra, aunque la guerra incide directamente en ese precio. La mayoría de los españoles no saben qué es estanflación, prima de riesgo, recesión o cómo se calcula el IPC. Pero sí saben que es absolutamente falso que la inflación sea del 12% o 15%.

Llenar el coche cuesta exactamente el doble que hace un año, el precio de la fruta es tres o cuatro veces mayor que el verano pasado, que la lata que hace meses costaba 2, 5 euros ahora vale 4 y que el aceite de oliva se ha convertido en un producto de lujo.

Habría que exigir a los dirigentes políticos que hablan tanto de economía y aseguran que tienen la fórmula para superar a corto plazo la situación, que se den una vuelta por los mercados, hablen con los vendedores y con los que están en la cola para pagar. Por no mencionar que echen un ojo al recibo de la luz y lo comparen con el mismo mes del año anterior o escuchen los comentarios en las gasolineras. Y pregunten sobre las rebajas de este año, si tienen tanta aceptación como en temporadas anteriores; porque una de las pruebas de cómo están las cosas es que los españoles ni siquiera se pueden permitir las rebajas. No les alcanza.

Los políticos, sobre todo los del Gobierno, deberían tener un mínimo de sensibilidad hacia los problemas que hoy angustian a la casi totalidad de los ciudadanos. Utilizar el falcon para viajes que se podían hacer en vuelos comerciales -los gobernantes anteriores solo usaban el falcon en situaciones imprescindibles- es una falta de respeto. Como lo es el afán de las ministras de vestir como modelos con ropa que no tiene nada que ver con el low cost, aunque el español es de excelente calidad.

El Gobierno progresista consiste en que progrese la calidad de vida de ministros y asesores mientras las familias españolas lo están pasando peor que mal tratando de cuadrar sus cuentas domésticas. Tirando de sus ahorros, los que los tienen, para resistir.

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