Al conocer a través de la prensa el cierre del Círculo de Lectores, experimenté una conmoción parecida a la de enterarme de pronto de la muerte de algún amigo íntimo de la infancia o de la juventud del que, por avatares de la vida, no hubiese tenido noticia desde hacía muchos años. Aunque ha pasado ya mucho tiempo desde la última vez que recibí un libro del catálogo del Círculo de Lectores, no puedo dejar de reconocer que a él le debo gran parte de mi afición a la lectura. En unos tiempos en que no existían librerías y los libros había que buscarlos en el poco espacio que para ellos reservaban las papelerías y aún así, en el caso de encontrarlos, su precio los hacía inalcanzables para nuestro exiguo presupuesto; una creativa editorial aunó el beneficio económico con la utilidad social al conseguir que en las casas de una España lastrada todavía por altas tasas de analfabetismo se colase la literatura mediante el pago de una módica cuota para poder elegir un libro cada dos meses; algo que nos permitió a muchos (aunque ahora pueda parecer ridículo) la hazaña de adquirir hasta seis libros al año. Su revista era bimensual y recuerdo examinarla con la misma ilusión que a los niños les producen los catálogos de juguetes. Las revistas (y después los libros elegidos) los traía a casa el "hombre del Circulo", un comercial que tenía la suerte (en contraste, por ejemplo, con los Testigos de Jehová o los vendedores de enciclopedias o cuberterías) de ser el único de los que se dedicaban a la venta puerta a puerta que era recibido por los vecinos sin animosidad. Todavía recuerdo el impacto que me produjo la crudeza de libros como Las uvas de la ira de John Steinbeck o Hemos perdido el sol de Ángel María de Lera; lo mucho que disfrute leyendo a Vargas Llosa en La tía Julia y el escribidor o Pantaleón y las visitadoras; el quedarme estupefacto ante la imaginación desbordante de J. R. Tolkien en el Señor de los Anillos; llegar a sentirme atrapado en las historias de espías de Frederick Forsyth o John Le Carré o el miedo que pasé leyendo Salem´s Lot la primera novela de Stephen King que el Círculo puso en mis manos. Fueron muchas las horas de disfrute que sus libros me proporcionaron y ahora siento una gran tristeza al conocer un final al que la misma editorial le ha puesto epitafio: "Cerramos por el cambio de hábitos de consumo derivados de la fuerte implantación de las nuevas tecnologías". En medicina a la muerte que no haya sido provocada por cualquier tipo de lesión o sustancia extraña se le llama: "por causas naturales". Esa es precisamente la causa de la extinción del Círculo de Lectores.

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