La carta robada

Ahora nadie podrá dudar de la realidad del independentismo. Los españoles somos tontos, feos, incultos, brutos y ladrones

En uno de los relatos de Poe se cuenta la historia de una carta robada que sirve para hacer chantaje a una dama importante. La Policía la busca, sin éxito, en la casa del principal sospechoso. Al final, el detective Auguste Dupin encuentra la carta en el lugar en el que nadie había mirado: en el tarjetero de cartón que está a la vista de todo el mundo, justo encima de la chimenea. Moraleja: lo más evidente es con frecuencia lo que más nos cuesta encontrar, porque nunca imaginamos que lo podamos tener justo delante de nuestras narices.

Con el nacionalismo independentista -en sus versiones catalana y vasca- ha pasado lo mismo que con la carta robada de Poe. Cualquiera que conociera de primera mano a personas independentistas (y viera lo fanáticas, cerradas, racistas y duras de mollera que son) sabía que era un movimiento de ultraderecha que se fundaba en las más abominables ideas etnicistas y supremacistas de la historia. El odio a los vecinos -en este caso españoles- y la creencia fanática en una superioridad cultural y étnica estaba en la base ideológica del movimiento, pero casi nadie quiso verlo porque preferíamos pensar que estábamos ante una simpática movilización de soñadores. Los independentistas, creían muchos, luchaban por una utopía en la que todo el mundo sería tan feliz como en el país de los teletubbies. Y si encima ese movimiento podía destrozar el régimen del 78 -tan odiado por nuestra izquierda más rupestre-, las simpatías estaban aseguradas. De hecho, nuestra izquierda radical sigue fascinada con el independentismo.

Quizá, las cosas cambien con la elección de Quim Torra como presidente de la Generalitat, aunque tengo mis dudas. Pero ahora nadie podrá dudar de la realidad del nacionalismo indepe. Los españoles somos tontos, feos, incultos, brutos, genocidas y ladrones, y encima no nos duchamos. Eso decía Torra en sus tuits y en sus sesudos artículos. Si alguien del PP hubiera escrito eso mismo acerca de los musulmanes o de los africanos, ahora mismo habría manifestaciones tumultuosas en la calle. Pero las abyectas palabras de Torra sólo han suscitado algunas críticas muy leves entre determinados sectores. Tenemos la carta robada de la ultraderecha etnicista delante de nuestras narices, pero no queremos verla. Y preferimos seguir engañándonos buscándola en otro sitio.

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