El canto del cisne

Estos movimientos de sustitución de los camisas viejas, siempre acabaron siendo el canto del cisne

Tal vez sea el canto del cisne; un movimiento previo al estertor que precede a la muerte. Ya comentamos los efectos del chalaneo murciano, que permitió a la presidenta madrileña, Díaz Ayuso, desembarazarse del soseras de Aguado y armarse de pica frente a los lanceros de Moncloa. El golpe maestro de Ayuso fue de una trascendencia todavía no valorada por no ser mensurable la totalidad de su dimensión. Su alcance, yo diría, tiene también que ver en la crisis materializada en el BOE del día 10, por la cual se cambian unos cuantos peones por otros, sin alterar lo esencial: de medio tapón eran los de antes y de medio tapón son los de ahora, y "na de na" ni en lo económico ni en lo social. Si algo de calidad tuviera, se parecería a esa estrategia de promoción de la cantera que se produce en el fútbol. No me extrañaría que el presidente Sánchez se hubiera inspirado en el proceder del seleccionador nacional, Luis Enrique. Sobre todo pensando en que a éste le salió bien; consiguió redefinir la Selección acudiendo a una generación nueva. Sin embargo en lo que va de política en la España del nuevo régimen, estos movimientos de sustitución de los camisas viejas por jóvenes con poca o regular sustancia, nunca salieron bien; siempre acabaron siendo eso: el canto del cisne.

Separatistas y neocomunistas, firmes e intocables, la Presidencia del Gobierno nos abre un panorama nuevo: el de un titular que sólo puede decidir parcialmente sobre la composición del Consejo de Ministros y que, en definitiva, se desautoriza a sí mismo, descalificando sus propias acciones con evidentes muestras de impotencia. En Teoría de Sistemas, estaríamos ante una singularidad que avisa del caos. El suicidio del gurú, a modo de carnada para los hinchas del fondo sur de Ferraz, y el brindis al partido que supone el recurso a la cantera provinciana, son actuaciones estratégicas ajenas a los propósitos y tareas de un buen gobierno. Por no entrar más que en dos de los muchos detalles que informan de esas actuaciones, pasen y vean: un personaje, apenas bachiller, manifiestamente inculto y antitaurino, será el responsable de la política cultural y de una de sus manifestaciones más genuinamente españolas, la tauromaquia; y una maestra de poco más de cuarenta años, exalcaldesa de un pueblo de 500 habitantes, será quien conduzca la política educativa y de formación profesional, tan necesarias ambas de cualificación y experiencia.

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