¡A la calle!, que ya es hora

Se dice que el gran Alejandro Magno tuvo, en algunas de sus largas campañas, vivencias homosexuales

Desde que salieron del armario los sexualmente diferentes del patrón tradicional, no han hecho más que prosperar. Han conseguido tener, además de una bandera de vivos colores y un barrio en una buena cantidad de ciudades, una identidad compartida a base de siglas: LGTBI. Significa: "Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Intersexuales". Estos últimos, incorporados algo más tarde al colectivo, son un poco de cada cosa en cantidad variable. Su intersexualidad dificulta su clasificación. Los demás, por tener una más fácil definición sólo están sometidos a las dudas asociables a cualquier ser humano.

Las oscilaciones del sexo están presentes en todo el reino animal, son naturales. Las circunstancias tienen también su influencia. Los brotes de homosexualidad se producen, por ejemplo, cuando por un período prolongado de tiempo no hay más que hembras o no hay más que machos en un determinado habitáculo. Eso pasaba en la mili -en el antiguo servicio militar obligatorio de hace más de tres lustros- donde la falta de féminas, entonces relegadas a los llamados servicios sociales, propiciaba contactos inhabituales entre hombres.

Los mismísimos toros de lidia, se comportan muchas veces homosexualmente. Cuesta imaginar a una pareja de toros a lo Osborne, con sus hermosos testículos dibujados sobre el horizonte, practicando sexo entre ellos. Pero es así, mal que nos pese y desconcierte. La práctica totalidad de los toros bravos desconoce hembra durante su vida, y la falta de opciones los lleva por caminos inesperados. De modo que no hay que extrañarse del progreso hacia la normalidad social, de unas clases ligadas a tendencias sexuales diferentes de las registradas en los patrones tradicionales. Se dice que el gran Alejandro Magno tuvo, en algunas de sus largas campañas, vivencias homosexuales.

Los católicos vamos a tener que hacer algo parecido a eso que se llama salir del armario. De hecho algún periódico de tirada nacional está ya mostrando a famosos, famosillos y famosetes dispuestos a declarar que van a la iglesia, que acuden a misa y que incluso han hecho la primera comunión. Podemos darnos por satisfechos si alcanzamos en España un estatus semejante al que ha sabido alcanzar el más que admirable colectivo consagrado ya por las siglas LGTBI. Como quiera que hay católicos de todas las tendencias y además con las opciones de practicante y no practicante, nuestras siglas podrían incluso ser más largas.

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