La lógica del "sí" y el "no" no se adapta a la realidad porque las cosas no son blancas o negras ni las personas buenas o malas. Pero funciona en el inmenso mundo de las tecnologías asociadas a la información, que se escriben con esa inspiración lógica en el sistema numérico binario, donde el 0 puede ser asimilado al "no" y el 1 al "sí". No obstante ser la vida una escala de grises sin solución de continuidad, el bien y el mal ligados a una misma naturaleza, quedaron para siempre personificados en la famosa doble personalidad que construyó el escritor escocés Robert L. Stevenson (1850-1894), de cuyo nacimiento en la medieval Edimburgo se cumplirán mañana exactamente ciento setenta años: Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El juego poli bueno vs. poli malo siempre sirvió eficazmente al propósito de dominar las mentes menos preparadas. Cuando tal cosa no es posible o no es tan efectiva como podía esperarse, los líderes políticos o de otra naturaleza, acuden a la figura del asesor, una especie de gurú, que tiene más de brujo de tres al cuarto que de otra cosa, pero que, por la razón que sea, ha conseguido seducir la mente del contratante. Es muy ilustrativo al respecto, lo que ocurre en El sirviente (1948) de Joseph Losey: la magistral película construida sobre un guión de Harold Pinter desde una novela de Robin Maugham, en la que un asistente o mayordomo progresa en la posesión de la voluntad de su señor.

Un dúo maravillosamente seductor, lo compusieron Felipe González y Alfonso Guerra, el guapo y el feo, el bueno y el malo, no obstante no ser precisamente amigos. Hay otros muchos ejemplos, algunos muy cercanos, pero no se trata ahora sino de situar al lector en la percepción del mensaje. Porque me da la impresión de que, en este caso por inducción del gurú de turno, se está componiendo ese esquema regulador de escena, con el presidente Pedro Sánchez y el vicepresidente Pablo Iglesias; un Pedro y Pablo de vuelo rasante. Pedro me alumbra a un personaje encastillado en la erótica del poder, al que le viene al pelo la frase reina del despotismo ilustrado: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Pablo me encaja en el revolucionario que busca destruir el sistema para construir sobre él un nuevo orden basado en el control de las voluntades y el pensamiento único. Un par configurado por azar, útil para los propósitos de cada uno, seguros como están ambos de sobrevivirle al otro.

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