No falté a la cita con Albert Boadella, la pasada semana en el Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera. Fiel seguidor de Els Joglars, el grupo teatral que él mismo fundó y al que ahora ya no pertenece, para mí representa, el eterno disidente, aquel que en el famoso cuento infantil, gritaba que el rey estaba desnudo, ante el pueblo alienado. Todos los poderes establecidos, han sido blanco de sus burlas, la manera menos agresiva que se conoce, de poner en candelero los abusos y excesos. Recomendaba José María Pemán que en la vida, solo había que tener unos cuantos principios inmutables y los demás se podían ir cambiando con los tiempos. En ese sentido, hemos conocido a un Boadella irreverente con la religión, la milicia, los jueces y sobre todo con los políticos, pero nunca ha dejado de ser él, por mucho que han tratado de acallar su voz, incluso encarcelándole. Hay un paralelismo evidente con el humor de los ingleses Monty Phyton, que gozan de una sociedad británica, más acostumbrada a la crítica que la nuestra. Boadella es la encarnación del viejo bufón, del cómico de la legua que domina todos los resortes teatrales y es capaz de llenar la escena con su sola presencia. Después de dejar la dirección de los Teatros del Canal en Madrid y de ayudar en la creación de ese concepto maravilloso que es Tabarnia, darle a los independentistas una buena ración de su propia medicina, ha retomado a la farándula, en un monólogo sobre su vida. De niño, tiró al pozo su coche de juguete, por ver qué pasaba. Se ponía en marcha, el Boadella movido por la curiosidad, uno de sus motores vitales. Ahora que es extranjero en su propia tierra, no añora su "arboleda perdida" porque confiesa que ya, ni sabe si existió alguna vez. Fue desternillante el relato de una entrevista con Jordi Pujol, lo remeda muy bien, en su despacho de Banca Catalana, en la que éste pidió a la secretaria un dossier sobre Els Joglars. Pensó qué importante somos, hasta tienen un dossier sobre nosotros. Cual sería su sorpresa cuando al levantarse Pujol del sillón, volcó la carpeta y allí no había más que un mísero recorte de prensa. ¿Quién hacía teatro a quién?. Comentó que el Padre Sopena le dijo una vez que el Teatro no existía y que sólo la Poesía y la Música eran reales. Se lo tomó a cachondeo. Ahora por la edad, más lúcido que nunca, reconoce que el cura tenía razón. En tiempos de censura y cucarachas impunes en las redes sociales, Boadella es un refrescante y libertario, soplo de aire fresco.

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