Las buenas maneras

La iglesia y el acto central de la tauromaquia se ajustan siempre a un protocolo brillante

Hay en la bibliografía no pocos títulos como éste, pero no parece que sus efectos sean los deseables. Los secretarios generales de las universidades son los jefes de protocolo de estas instituciones y supongo que en otros casos será también a ese destino al que se encargue de la misión. Yo lo fui de la Comisión Gestora -es decir, del equipo que la puso en marcha- y después de la Universidad de Alcalá de Henares (hoy, de Alcalá, a secas), cuando fue creada en 1977; tras dos años de tutela por parte de la Complutense, llamada así por sus orígenes alcalaínos; pues Complutum es el nombre latino de Alcalá de Henares. Aquello fue muy emocionante porque volvía la universidad al lugar en el que estuvo su precedente desde 1499 a 1836.

Ese privilegiado destino me familiarizó con el protocolo y me hizo vivir su ambiente en los primeros premios Cervantes. En la práctica, el protocolo resulta de aplicar el sentido común y el buen gusto, pero cuando has tenido alguna responsabilidad en ese menester se sufre mucho viendo el desarrollo de actos oficiales en los que la disciplina y el orden que suponen esa práctica, brillan por su ausencia. Siempre me satisfizo el respeto legendario a la liturgia, tiene una honda componente estética y conjuga bien con la buena educación. En la Universidad, ya se ha perdido casi todo, hasta las buenas maneras. Las reformas legislativas de los años ochenta, se las llevaron por delante.

En la celebración de la eucaristía, en la iglesia católica, la liturgia se mantiene, casi intacta, desde tiempos inmemoriales. Como en las corridas de toros. La iglesia y el acto central de la tauromaquia se ajustan siempre a un protocolo brillante y conmovedor. Pero apenas si se encuentran otros casos. Por mi tierra de origen, he visto disparates de todos los órdenes. Mi gran amigo, ya desaparecido, Ramón García, al que yo llamaba "El Marqués", era de los pocos que sabían de protocolo en el Campo de Gibraltar y me acompañaba con frecuencia en los disgustos. No hace mucho en un acto del Ayuntamiento de Algeciras, al acabar, se hizo sonar el himno de Andalucía después de haber hecho sonar el de España. Es como ver al cura, acabada la misa, irse a la sacristía antes que el monaguillo. Aunque bien es verdad que después de que, tal como estuvo un tiempo, se colocara la bandera azur y gualda, con el azur arriba, en la sede de policía municipal de Algeciras, en Los Pinos, puede pasar de todo.

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