Quizás, el momento en que el hombre primitivo pudo domar a un caballo, fue para la humanidad uno de los más importantes. Con la colaboración del animal, pudo descubrir nuevos territorios, viajar sin cansarse y esquivar peligros con la velocidad del equino. Desde entonces, el caballo ha acompañado al hombre en todas sus aventuras vitales. Fue con él a la guerra, lo auxilió en las labores agrícolas, tiró de carretas pesadas y hasta le sirvió de diversión, merced a las carreras deportivas. El siglo XX, con la revolución industrial, supuso una disminución en la utilidad del caballo que ha quedado prácticamente relegado, a actividades lúdicas. Ver galopar a un caballo en el campo, sigue siendo uno de los escorzos más bellos que se pueden contemplar y el mundo desde la silla de montar, cobra una dimensión única.

Fue muy importante, el descubrimiento de la Hipoterapia, es decir usar al caballo como terapeuta para los discapacitados físicos, psíquicos o con necesidades especiales. Se ha notado una mejora constatable en la comunicación con el exterior, en los niños autistas. Los niños con baja autoestima que practican hípica, tienen muchos beneficios a nivel emocional. Se encuentran mejor y son capaces de relacionarse con los demás. En cuanto a los beneficios físicos que experimentan los pequeños, el primero es a nivel motor: empiezan a sentarse derechos y a enderezar la espalda. El control cefálico, la fijación de la mirada o la secuenciación de actividades son otras mejoras de la terapia. Un caballo al paso, es una maravillosa fuente de estímulos. Transmite al jinete 110 impulsos por minuto, en una serie de oscilaciones tridimensionales como son avance y retroceso, elevación y descenso, desplazamiento y rotación. Los caballos tienen una sensibilidad especial y saben quien está sobre su lomo. Entre el caballo y los niños se forman vínculos especiales porque saben que el animal no los juzga. Hasta los que tienen un comportamiento agresivo, acaban cepillando a su montura, acariciándola y dándole besos. En nuestra comarca, trabajan mucho y bien los especialistas de la Fundación Santa María Polo. El documental "The horse boy", cuenta la locura de unos padres tejanos que atravesaron el mundo, con su hijo autista Rowan, hasta Mongolia, la tierra de los caballos, para que allí unos chamanes lo trataran, con el poder sanador de sus animales. Como dijo Kipling: "Sin un caballo, un perro y un amigo, el hombre moriría".

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