El buen Kushim

El primer hombre conocido del que han quedado registros fue un recaudador de impuestos

El primer nombre humano que ha quedado registrado en un documento escrito no es el nombre de un rey ni de un sacerdote ni de un guerrero. No, para nada. En una tablilla de arcilla de Mesopotamia, que un escriba grabó con un punzón unos 3.300 años antes de Cristo, han quedado consignadas estas palabras y estas cifras en principio enigmáticas: "29.086 cebada 37 meses Kushim". Reconstruida, esta frase parece decir: "Recibidas 29.086 medidas de cebada durante 37 meses. Firmado, Kushim". Nos gustaría imaginar que el primer documento humano del que se tienen noticias es una epopeya como el Gilgamesh o un himno consagrado a la luna o un hermoso canto de amor, pero se trata de una cosa muy distinta: un registro contable. Y ahí tenemos al buen Kushim, fuera quien fuese, consignando que se habían recibido 29.086 medidas de cebada durante 37 meses. Lo cuenta Yuval Noah Harari en Sapiens.

¿Quién era Kushim? Un contable, dicen unos, o tal vez un recaudador de impuestos que registraba los tributos destinados a un templo o al palacio real de una antigua ciudad de Sumeria. Personalmente me inclino por esta última opción, y más ahora, justo después de haber tenido nuestra cita obligatoria con la Agencia Tributaria. Abandonad toda esperanza, seres humanos. El primer hombre conocido fue un recaudador de impuestos, y al paso que vamos, el último hombre conocido también será un recaudador de impuestos. No hay escapatoria. Recuérdalo, mortal, impuesto eres y en impuestos te convertirás. Y por mucho que pensemos que somos pensamiento, sexo, delirio, sueños, y por mucho que nos engañemos pensando que hemos venido al mundo a dejar un hermoso recuerdo de nuestro paso, no somos más que tristes medidas de cebada que alguien va consignando en una memoria artificial tan vasta como el mundo. Si hubiera imaginación en la Agencia Tributaria, alguien llamaría Kushim a ese poderoso ordenador que va escrutando pacientemente todos nuestros datos.

Esta medida de cebada que soy yo suplica al todopoderoso Kushim que sea clemente y misericordioso, que tenga piedad, que modere su insaciable apetito de devorador de seres humanos. Y lo consigna en esta modesta tablilla, a medias de papel y a medias electrónica, para que alguien vagamente humano, dentro de 5.000 años, pueda esbozar una leve sonrisa pensando en todos nosotros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios