Bueno, pues al fin descansaron los analistas financieros que llevaban varias semanas imaginándose los escenarios más sombríos, con una victoria apabullante de Marine Le Pen en las elecciones del país vecino. Quedan para la segunda vuelta, bendición del sistema electoral francés que los libra de pactos políticos extraños, la susodicha y Emmanuel Macron. Este último es como el comerciante joven que se desliga del establecimiento en el que trabajaba y abre una atractiva tienda propia con la suerte de que sus antiguos socios y la competencia se arruinan. Buen ojo clínico y suerte. "En marcha" es como "Ciudadanos", sólo que con un líder consistente. Con los resultados, las bolsas subieron como la espuma. Se había conjurado la hecatombe y no habría espacio para aventuras económicas insospechadas. Sin embargo, si se analizan bien las cifras, no habría motivo para tanto optimismo: la mitad del electorado desdeña la globalización. Es cuestión de tiempo que todo ello cristalice, si se encuentra un encaje político atractivo. Es curioso la debacle de Gaullistas y Socialistas, curiosamente los dos partidos que hicieron primarias previas, preparando con ello, sobre todos los de Benoît Hamon, la tormenta perfecta. El ABC de las campañas electorales, dicta dos principios fundamentales: la formación que se presenta desunida, pierde y si intentas pasar por la izquierda o por la derecha a una formación aledaña, los electores prefieren el original a la copia. Esto hizo el PSF, siguiendo la trayectoria suicida de los socialistas italianos, griegos, ingleses y holandeses. Estando en el poder, el presidente Hollande, no se presenta a la reelección y Manuel Valls desaconseja el voto a su partido. De otra parte, el programa de Hamon es más radical que el del Frente de Izquierda. Resultado: el PSF es el menos votado de los grandes partidos franceses.

Cuando las barbas de tu enemigo veas pelar, pon las tuyas a remojar. Me temo que en el PSOE están tan absortos en las guerritas de primarias, en el "Si es Si" que antes era "No es No", en las peticiones de unidad mientras los puñales vuelan bajo la mesa y en la invocación a la militancia, que ni se piensan remojar las barbas. La crisis de liderazgo es evidente. ¿Hay alguien ahí, capaz de seguir la estela de Olof Palme, Mitterrand, Willy Brandt o Felipe González?. El PSOE, como Lázaro, necesita urgentemente que le griten: ¡Levántate y anda! Nos va en ello la estabilidad nacional.

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