NO hace falta ponerse demagogo ni hacer comparaciones imposibles para concluir que el Gobierno y la Junta de Andalucía no han hecho los deberes en relación con el naufragio del chatarrero New Flame en aguas de la bahía de Algeciras. Seis meses después el barco sigue ahí, produciendo vertidos de vez en cuando, y lo que hay es una denuncia tardía ante la Unión Europea.

Mejor dicho, lo que hay es el anuncio de una denuncia tardía. Anuncio que, por reiterado, nadie ha podido tomarse en serio. ¿Cuántas veces ha dicho la Junta que iba a denunciar al impresentable gobierno gibraltareño por incumplir sus obligaciones medioambientales? El propio presidente Chaves ha jugado al equívoco. Preguntado el lunes por qué no se había denunciado antes el caso, contestó: "Lo haremos mañana mismo". Pero cuando llega ese mañana, el martes, lo que hay no es la demanda, sino el acuerdo de presentar la demanda (además de otra, por lo civil, contra el armador y la aseguradora). No es lo mismo.

Sinceramente, creo que las autoridades andaluzas han sido negligentes con el New Flame (Nueva Llama, curioso nombre: algo que quema...). Han amenazado verbalmente para mostrar un perfil duro y combativo en defensa del medio ambiente, pero han esperado a que el asunto desapareciera de la actualidad, aprovechando que estos vertidos no eran especialmente peligrosos (aunque todavía no se ha explicado con detalle qué carga llevaba). Pensaban tal vez que al igual que las brigadas de limpieza resolvían los incidentes periódicos del buque encallado, el tiempo disolvería su potencial conflictividad.

El Gobierno de la nación también se ha lucido, y espero que se entienda la ironía. Urgido, asimismo, por una energía impostada -tan oportuna en vísperas electorales-, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, organizó una especie de microcrisis diplomática al llamar a la embajadora de Reino Unido para quejarse de la actitud británica de pasividad en el caso del chatarrero embarrancado y sus vertidos. Que digo yo que ya podría haber presionado, en seis meses, a un país que es amigo y aliado para convencerle de que se hiciera cargo del rescate del pecio y la limpieza de su entorno. Y digo también que con esta llamada extemporánea a la embajadora parece que damos por buena la tesis de que estas aguas son de soberanía británica. ¿Para eso hemos vivido trescientos años de patriotismo ferviente contra la Pérfida Albión?

Advertir con denuncias que se demoran y rezar en la intimidad para que los derrames sean de poca monta no deja de ser irrisorio en una bahía en la que se practican cada día decenas de operaciones de trasvase de combustible. El riesgo es permanente.

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