T ENÍA ganas de ver la película de la que todos andan hablando, "Historia de un matrimonio" de Noah Baumbach y la encontré por sorpresa en el menú de Netflix. Después de verla, quedé impresionado por el planteamiento del film y la poderosa actuación de Scarlett Johansson y sobre todo por la de Adam Driver. El conflicto de una pareja que acaba en divorcio, traspasa la pantalla y es imposible no verse sentenciando a veces, a favor de ella y en otros en pro de él.

Hay un momento que me encantó, en el que él, en un garito de Nueva York, canta una canción a sus amigos que resume lo que siente: "alguien que me abrace demasiado, alguien que me lastime demasiado". Mientras canta, la teatralidad desaparece para dejar entrar al dolor del divorcio, que le ha proporcionado la conciencia de estar vivo. La canción 'Being Alive' que pertenece al musical 'Company', de Stephen Sondheim, es esclarecedora. En el telón de fondo del desamor de la pareja, aparece la figura adorable de un niño, el hijo de ambos, abrazado constantemente por los dos, que aparentemente no sufre, pero que con el cambio de residencia de Nueva York a Los Ángeles, tiene que adaptarse y llega un momento en el que los referentes de su vida, los amigos, los deportes, las diversiones mutan tan rápidamente que se desconcierta. En pocos meses, por la influencia de su madre, el chaval cambia la percepción de su padre, en este caso, sin dejarlo de querer. A ese fenómeno los expertos le llaman "Alienación Parental" y llevado al extremo, en algunos países es considerado delito. En este tiempo de luces de colores, regalos y deseos de felicidad, en muchas familias que están viviendo el divorcio de uno de sus miembros, pese a la fachada de alegría, la procesión va por dentro.

Los niños, son tan listos que se avienen al teatrillo que le montan los padres separados, para que no lo noten, pero lo notan. Están también las relaciones de los padres con el yerno o la nuera que ya no lo son. Lo que antes era un trato franco y cariñoso, ahora está mediatizado por las circunstancia de que ya nunca volverá todo a ser igual y si se derivan trabas para ver a los nietos, la cosa vira a auténtico drama. Esos niños son unos auténticos santos inocentes de la Navidad. Basta echar un vistazo a nuestras entorno social, para ver que son muchos más de los que imaginamos. Tengamos un recuerdo especial para ellos en estas fiestas y pidamos que los Magistrados, Jueces, Abogados y Mediadores de Familia, sean para esos niños, los auténticos Reyes Magos, durante todo el año.

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