La ausencia y el cariño

En Londres siempre estaba pasando algo nuevo. Pero ya no, se han asustado y se han encogido

Los británicos nos dejan. Cansados algunos de la burocracia de Bruselas; engañados otros por las interesadas agendas de sus políticos; educados todos en la tradición que les hace sentirse demasiado orgullosos como para ser socios de un club en el que no ostenten la presidencia vitalicia; han apostado por seguir siendo una isla en un mundo en el que ya es posible viajar de Londres a París en hora y media. No es algo sorprendente; nunca aceptaron al euro como moneda y sus coches continúan teniendo el volante a la derecha, y lo que es peor, siguen creyendo que el Imperio continua vigente y que su longeva reina lo es del planeta y no sólo de sus verdes y lluviosas tierras rodeadas por el Atlántico.

Pero es su voluntad y no hay nada más que decir por muy triste que nos parezca a quienes creemos que un mundo con menos fronteras es mejor. El Reino Unido va a perder mucho con su salida de la Unión Europea y no es improbable que se convierta en breve en un reclamo para quienes buscan paraísos financieros al margen de las normas internacionales. Triste futuro para quienes se creen la vanguardia del mundo. Cuando fui joven todos mis amigos soñaban con ir algún día a Estados Unidos; a Nueva York los más audaces; a San Francisco quienes querían ponerse flores en el pelo y a Los Ángeles los que habían estudiado en las salas de cine de sesión doble. A mí, sin embargo, lo que me atraía era esa isla que había sido capaz de imponer su idioma como el lenguaje universal; instaurar el libre comercio; sacar al mundo de la edad media gracias a la revolución industrial; desarrollar la democracia parlamentaria más antigua del planeta; inventar el futbol y ser sustento de los Beatles, los Rolling Stones, las novelas de John Le Carré y el cine de David Lean. Sin olvidar, evidentemente, a Shakespeare y que Charles Chaplin nació en Londres, donde pasear por sus calles era hasta hace poco como hacerlo por el mundo y el mejor modo de sentir el latido de la sociedad en su conjunto. Porque en Londres siempre estaba pasando algo nuevo. Pero ya no, se han asustado y se han encogido. Ahora tienen miedo y están enfadados. Hay un dicho inglés que dice que "la ausencia hace crecer el cariño", esperemos que sea así y que terminen echándonos tanto de menos como nosotros vamos a sentir por ellos. Pero sospecho que el eje ente las orillas del Atlántico sobre el que giraba el Planeta, se habrá trasladado para entonces a las orillas del Pacífico y nuestros herederos soñarán con Singapur.

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