Campo Chico

Alberto Pérez de Vargas

Asesores habemus

El asesor, en el ejercicio de la política, no es un sujeto que pueda ser bien definido. Su referente conceptual es el consultor, pero nada que ver lo uno con lo otro. En la empresa, donde la gente pone sus cuartos a trabajar, se acude (puntualmente) a un consultor para mejorar el producto, el servicio, la imagen y, en general, el prestigio y la rentabilidad. En política no se trata de eso: un asesor no tiene por qué ser un experto en nada; podría ser, simplemente, un mandado o alguien al que no se le ha podido hacer un hueco en la lista o en las dádivas, destinos o concesiones colaterales del Partido.

Nuestro periódico ya pormenorizó, a raíz del pleno extraordinario del día 12 de julio, los detalles presupuestarios que preveían en Algeciras un gasto político de 1,14 millones de euros. Es decir, lo que cuestan los políticos y sus séquitos. Es cosa en la que suelen ponerse de acuerdo los Partidos, sin demasiados peros o dimes y diretes. Los que mandan ajustan la propuesta con generosidad para incentivar los silencios de los otros. La información de Europa Sur se ha mejorado hace unos días, con la del nombramiento de 12 asesores, afectos a los diferentes grupos, según presencia y deberes, que con asignaciones variables, suponen un gasto (político) de 284.000 euros. No es mucho ni es raro. Es de lo más común y ordinario. Otra cosa es que tenga sentido y que sea realmente un gasto pensado para el bienestar de los ciudadanos y el buen gobierno de la ciudad.

¿Pero qué es lo que hace un asesor?, pues atender a quien lo contrata. O bien residir en el consuelo; al no habérsele podido asignar –por razones de saturación u overbooking– a menesteres de mayor protagonismo. A decir verdad, los que saben de administración y gestión son los funcionarios y, en general, los empleados públicos. Los unos han pasado por un concurso oposición a la medida de lo que van a hacer y los otros por un concurso y una selección diseñada para el puesto convocado. En cuanto a los concejales, están para tomar decisiones en nombre de los contribuyentes.

Entonces, si están los que saben, y se sabe que saben y para qué saben, y también están los que mandan ¿para qué los asesores? Pues para nada útil al personal de a pie. Dado que si, pongamos por caso, hay que traducir un texto al suajili, es cuestión de pagar a un traductor. Pero, la inutilidad, por innecesario, del asesor no es una cualidad aneja al cargo sino un efecto generado por el político, que es quien lo ha inventado y sabe para qué lo ha hecho.

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