Diciembre puso en marcha antes de tiempo el espíritu de la Navidad al cubrirlo todo de nieve líquida. Se adelantó para un hogar de familia numerosa trayéndole la suerte sin haber girado aún el bombo de la lotería. Un hogar olvidado para la inmensa mayoría y que las inundaciones hicieron visible.

Diciembre arrastró con sus lluvias enseres materiales, que esperemos puedan ser restituidos y también, y lo peor, se llevó los sueños de una familia rota que dejarán un vacío para siempre y que la Navidad, de por vida, se encargará de meterle su dedo en la llaga.

Esta es la cara y la cruz de la vida. De la cruz, pesada como una losa, nada hay ya solucionable, solo vivir el duelo hasta cerrarlo y entre latido y latido devolverlo a la vida hasta hacerle un hueco de honor en la memoria.

Lo que sí tiene solución es la cara, y estos días ha quedado demostrado que la solidaridad existe. Hay que ver cómo somos los humanos que necesitamos pruebas límite para reaccionar a situaciones que en otros momentos de la vida les damos la espalda.

Este hogar numeroso del que hablo, al que le tocó "el gordo" sin esperarlo, fue la adversidad la que le proporcionó unos días de inmensa alegría. Mientras la lluvia caía sin tregua, en las redes sociales la noticia corría como la pólvora: SOS para la Sociedad Protectora de Animales que veía peligrar la vida de sus numerosos abandonados. En un principio, quedaron incomunicados mientras el nivel del agua subía y no había manera de sacarlos. Se precisaban vehículos altos para poder traspasar la riada de agua que peligrosamente crecía y crecía. Consiguieron trasladarlos a la plaza de toros de Los Barrios y fue allí donde comenzó a surgir la magia: el hombre se hizo el mejor amigo del perro.

La plaza de toros comenzó a recibir visitas y visitas como si de un belén viviente se tratara. La tienda de los chinos se quedó sin mantas, los supermercados sin comida de perros y una riada de peregrinos, bajo sus paraguas, iban dejando sus presentes, como Reyes Magos, a los animales. Muchos de ellos, por unos pocos días, pudieron conocer lo que es el calor de una familia de acogida hasta que la lluvia dio tregua, las aguas volvieron a su cauce y se esfumó la magia.

Hay un escaparate, que nada tiene que ver con el consumismo, repleto de "chuchos" esperándote con un corazón de raza.

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