El amigo americano ha tenido en los últimos tiempos gestos inamistosos hacia Europa. Salvo en el estilo, con Biden no ha cambiado mucho la línea. El último desaire ha sido una alianza militar por sorpresa para el Pacífico con el Reino Unido y Australia que alberga un fabuloso contrato: la compra australiana de 12 submarinos nucleares estadounidenses y la cancelación de un encargo anterior a Francia por unos 45.000 millones de euros. Los franceses, que estuvieron fuera del mando militar americano en la OTAN durante 43 años, se lo han tomado como una afrenta nacional y han retirado sus embajadores de Washington y Canberra. El complejo militar industrial de EE UU manda en su país...

Este conflicto ocurre tras la irritación europea por la vergonzosa salida de Afganistán, con el cínico argumento de Biden de que no habían ido allí a construir un país ni a instaurar una democracia. La estela es larga. Trump reconoció la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental a cambio de que Rabat hiciese lo propio con Israel. (Y cuando el rey de Marruecos envió en mayo 10.000 personas a Ceuta, la actual Casa Blanca se puso de perfil… aunque asiente sus reales en las bases militares de Rota, Morón, Torrejón y Zaragoza).

En días como estos se pone de actualidad Lord Palmerstone, primer ministro del Reino Unido durante nueve años a mitad del XIX y antes ministro de Exteriores cuando pronunció una frase por la que ha pasado a la historia: "No tenemos aliados eternos ni enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos". Una vez más se ponen en contradicción los valores y los intereses. Razón por la que durante la guerra fría Estados Unidos promovió o amparó dictaduras por todo el mundo, incluida la del general Franco a partir de los años 50.

Tras el fracaso de Afganistán, autoridades como José Borrell, alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y de Seguridad, han vuelto a recordar que Europa debe tener ejército propio. Esta semana en su discurso sobre el estado de la Unión, la presidenta de la Comisión Von der Leyen, antigua ministra de Defensa alemana, ha insistido en la necesidad de una Europa de la Defensa. Es una ambición de hace 30 años en el Tratado de Maastricht, aplazada en Amsterdam un lustro después. Europa sigue siendo un protectorado militar americano desde la II Guerra Mundial.

La Conferencia sobre el Futuro de Europa, que mañana y pasado celebra sesiones en Sevilla, es una buena ocasión para combinar que somos una comunidad de valores y también un club de intereses. Ante el reposicionamiento americano en la escena global, los 27 deben afrontar junto a desafíos como energía, migraciones, salud, medio ambiente o digitalización, la necesidad de una defensa propia, incluso como parte de su autonomía industrial. Así dependerá menos de EE UU y no tendrá que retirar embajadores cuando se sienta ultrajada.

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