Diecinueve años después de conquistar su anhelada séptima, el Real Madrid busca lograr la duodécima ante el mismo rival de aquella noche en Amsterdam. Otra vez aguarda la Juventus, ese laureadísimo club italiano que en realidad es el segundo equipo de todos los italianos que no lo tienen en primerísimo lugar. Y espera lamentándose aún de aquel gol de Mijatovic que todos dicen que fue en fuera de juego menos los madridistas.

Aquella noche en el Ajax Arena partía de favorito el equipo italiano sustentado en el talento de Del Piero y de Zidane, en la disciplina táctica de Deschamps, en la generosa polivalencia de Davids y en el olfato anotador de Inzaghi. Pero ganó el Madrid, un Madrid que había quedado fuera del podio doméstico y que gracias a su triunfo sobre la Vecchia Signora le cedió al Betis su plaza continental, la que tenía para la segunda competición europea, la Copa de la UEFA.

Lo de hoy pinta de otra manera, pues ambos llegan como campeones de Liga y Serie A y con una trayectoria impecable en sus caminos hacia Cardiff. Pero me imagino que al estado siempre enardecido del Real Madrid por ese virus ganador que le inoculó Alfredo di Stéfano hace sesenta años se contrapone el afán de vendetta que trae la Juve, un equipo que enmascara ese sentimiento bajo la excusa de que han de darlo todo para que Buffon no se retire sin una Champions.

Colisionan dos equipos con el gen ganador en sus venas, aunque la cruda realidad de los números habla bien alto para pregonar que las once orejonas del Madrid es demasiado frente a las dos de la Juve. La historia es la historia, pero manda el presente y ese presente habla de dos colosos muy parejos. No creo, por tanto, que haya un claro favorito. Es más, creo ni siquiera existe un oscuro favorito, cada uno es cada uno y con armas muy poderosas, conque, dang, ¡segundos fuera!